.. Había mil años que ni tomaba lanceta ni hacía sangría; tenía ya torpe  la mano, ...... sanguijuelas, me fueron chupando toda la sangre, hasta  dejarme sin virtud
Mateo Alemán Guzmán de Alfarache
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Mateo Alemán Guzmán de Alfarache
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La medicina premoderna estuvo constantemente inspirada en los humores del griego Hipócrates (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla), que tenían que mantenerse en equilibrio para salvaguardar la salud.
Por ello, demasiado a menudo se recurrían a métodos para eliminar la sangre sobrante (como podéis entender, un remedio bastante poco eficaz y, en ocasiones, mortal).
Los sangradores o cirujanos (el padre de Cervantes era uno de ellos) eran los encargados de realizar estas sangrías, ya sea por medio de incisiones con una lanceta.
Por ello, demasiado a menudo se recurrían a métodos para eliminar la sangre sobrante (como podéis entender, un remedio bastante poco eficaz y, en ocasiones, mortal).
Los sangradores o cirujanos (el padre de Cervantes era uno de ellos) eran los encargados de realizar estas sangrías, ya sea por medio de incisiones con una lanceta.
O por medio de sanguijuelas, una especie de gusano que se pegaba a la piel y chupaba la sangre hasta engordar y soltarse
Era muy común ver en las barberías el criadero de  animalitos que pululaban en grandes vasijas de barro o en barricas de  madera. Había que renovar con frecuencia su existencia, pues las  sanguijuelas que habían chupado sangre no volvían a hacerlo en mucho  tiempo.
Con todas estas prácticas, ya podéis suponer qué poca confianza daban los médicos.
Como siempre, el más ácido, fue Quevedo. Fijaros en este texto
Con todas estas prácticas, ya podéis suponer qué poca confianza daban los médicos.
Como siempre, el más ácido, fue Quevedo. Fijaros en este texto
Si quieres ser famoso médico.  
Si quieres ser famoso médico, lo primero lindo mulo, sortijón de  esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga,  y en verano sombrerazo de tafetán; en teniendo esto, aunque no hayas  visto un libro, curas y eres doctor. Y así andas a pie,  aunque seas Galeno, eres platicante. ¡Oficio docto, que su Ciencia  consiste en la mula! La ciencia es esta: dos refranes para entrar en  casa:   el obligado "¿qué tenemos?"; el ordinario "Venga el pulso". Inclinar el  oído. "¿Ha tenido frío?"... Y si él dice que sí primero,  decir luego: "Se echa de ver; ¿duró mucho?", y aguardar que diga cuánto  y luego decir: "Bien se conoce; cene poquito; escarolitas, una ayuda",   y si dice que no la puede recibir, decir: "Pues haga por recibirla".  Recetar lamedores, jarabes y purgas, para que tenga que vender el  boticario  y padezca el enfermo. Sangrarle y echarle ventosas; y hecho esto una  vez, si durase la enfermedad, tornarlo a hacer hasta que o acabes con el  enfermo o con la enfermedad. Si vive y te pagan, di que llegó la hora, y  si muere, di que llegó la suya. Pides orines, haz grandes meneos,  míralos a lo claro y tuerce la boca, y sobre todo, advierte que traigas  grande barba, porque no se usan médicos lampiños y no ganarás un cuarto  si no parecieres limpiadera. Y a Dios y a ventura: aunque uno esté malo  de sabañones, mándale luego confesar y haz devoción de ignorancia. Y  para acreditarte de que visitas casas de señores, apéate a sus puertas,  entra en los zaguanes, orina y tórnate a poner a caballo, que el que  te viera entrar y salir no sabe si entraste a orinar o no. Por las  calles ve siempre sorriendo y a deshora, porque te jusguen por médico  que te  llaman para enfermedades de peligro. De noche haz a tus amigos que  vengan de rato en rato a llamar a tu puerta en altas voces para que lo  oiga la vecindad.   "¡Al señor doctor que le llama el Duque!" "¡Que está mi Señora la  Condesa muriéndose!" "¡Que le ha dado al señor Obispo un accidente!". Y  con esto visitarás  más casas que una demandadora, quedarás acreditado y tendrás horca y  cuchillo sobre lo mejor del mundo
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