Se ha hecho larga la espera, pero ha merecido la pena, y esta misma cuaresma lo encontré en una librería de Sevilla.
Julio Muñoz Gijón ha publicado su segunda parte sobre la Sevilla eterna (y la que no lo es tanto) que había iniciado en su divertidísmo El Asesino de la Regañá que ya vimos aquí.
Si en el anterior era la Semana Santa, en éste será la Feria el escenario en donde se muevan los dos inspectores de policía mientras persiguen a la oscura secta de los Serva que busca reestablecer la pureza de lo sevillano y se encuentra indignadísima ante la realización de una canalización de cerveza por el subsuelo de la Feria ... por la que circula ¡Mahou!
A partir de entonces las muertes se suceden a base de palodú (el palulú castellano), y mientras unos aparecen como nuevos Cachorros otros, acusados de colaborar con la música bacalao en la Feria, llevar camisetas de tirantes en los ensayos de la cofradía de Montesión o convertir las sevillanas en chil-out.
Todo a golpe de ciudad, que se nos muestra en todos sus rincones, de gentes que también son ciudad, especialmente en Sevilla, de admiración y autocomplacencia por la ciudad más bella del mundo en donde hasta las coca-colas son diferentes, y mejores, que en el resto de los lugares.
Una crítica feroz a las sevillanas maneras que, a la vez, es todo un homenaje a una forma de ver y sentir una ciudad como nadie lo hizo jamás.
Lectura perfecta para el que quiera viajar a esta feria (encontrará numerosos rincones de ella y anécdotas que le harán tolerar mejor las sevillanas) pero también para el amante de ciudad o, mejor aún, para el propio sevillano. Cada uno encontrará risa (pero también reflexiones) según su iniciación en sevillanía, una de las ciencias menos exactas pero más complejas que aún no tiene cátedra en la universidad.
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