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sábado, 16 de mayo de 2015

EL LIBRO DEL SÁBADO. Afonso Cruz, Jesucristo bebía cerveza


¿Se puede seguir hablando de Dios en medio de la hecatombe moral de la posmodernidad y el hipercapitalismo desrregulado?
Afonso Cruz lo consigue, aunque hablando de muchos dioses sin saber muy bien cual será el verdadero, ¿el dios que habitó en Tierra Santa?, ¿el de los sacerdotes como el masoquista que aparece en la novela?, ¿el de nuestra muerte o el de la vida que florece en cada rincón de este pueblo tan lejano del Alentejo?, ¿el de Caravaggio, lleno de mugre y olores a taberna o el de la Inquisición?, ¿un Dios panteísta, casi zen?
Aún más, ¿cómo se puede hablar de Dios y sexo en la misma frase sin resultar escandaloso?
Afonso Cruz lo consigue también y nos hace un pequeño tratado sobre el erotismo (en la muerte, la vejez, la ciencia, la adolescencia) y nos propone pistas sobre esa divinidad interior que poseemos y que, según su uso, puede rápidamente trocarse en demonio.

Como puede empezar a intuirse, esta novela no es una narración al uso, y en muchas ocasiones hay que leerla más como una poesía que como un texto narrativo.
Por eso he querido aproximarme a ella de forma lateral y sólo contar que en un pueblo ignoto del Alentejo en donde las encinas marcan el tiempo vive una comunidad llena de casos singulares (como siempre lo somos todos): abuelas y nietas unidas por el amor y la culpa, científicos que hacen de la sabiduría un camino moral, aristócratas mecenas que recrean pueblos, niñas que chupan piedras de aquellos lugares en donde se posaron los sentimientos, putas amorosas, cabreros de pies enormes... Todos ellos implicados en una profunda historia de amor, desesperanza, dolor y muerte y, ante todo, poesía.


Una obra que analiza nuestras múltiples imposturas, como la suya de recrear tierra Santa en medio de Alentejo, utilizar las novelas de vaqueros como catecismo de vida o crear una academia cuasi teosófica en medio de la nada.

Una obra para pensar (al modo zen, por flases e iluminaciones) y sobre todo sentir que les fascinará a aquellos que gusten de Tabucci, Baricco o Lobo Antunes, pues tiene su misma poesía de las cosas pequeñas que nos deslumbran en su descubrimiento, como si jamás las hubiéramos visto.


1 comentario:

  1. Interesante introducción y curioso título, tanto que me animo a leer el libro aunque desconozco al autor. Gracias por la reseña y un saludo.

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