Se acabó con la sociedad disciplinaria enunciada por Foucault y, especialmente en el mundo del trabajo (que es la esfera fundamental de la propia vida), hemos pasado a una sociedad de la positividad y el rendimiento en donde somos nosotros mismos los que nos terminamos exigiendo mucho más que lo que ponen las normas. Nos convertimos en seres más productivos sin necesidad de castigo (a mi parecer nos estamos volviendo más protestantes).
Somos los superhombres que planteaba Nietzsche, aquellos que manejan su propio destino pues han matado a Dios (e incluso a la narratividad de su vida, como buenos posmodernos) y tan sólo queda el trabajo (y la salud) como últimos dioses.
Un trabajo que en el capitalismo avanzado actual necesita de seres que se motiven a sí mismos y actúen más allá de la coerción tradicional marxista. De esta manera, oprimido y opresor conviven en la misma persona en un estado de tensión que termina generando los nuevos males de nuestra época: hiperactividad, síndrome de trabajador quemado o. en último término, depresión (como aquel que ya no tiene la fuerza necesaria para ser en sí, en una constante reinvención sin ataduras).
Estas son las ideas básicas que conforman el ensayo fundamental de Byung Chul Han la Sociedad del Cansancio, un brevísimo volumen que hace una radiogradía lúcida y dolorosa de nuestra sociedad en donde las ansiedades de Nietzsche se han convertido, fatalmente, en realidad.
Y digo fatalmente pues (frente al idealismo del alemán), esta libertad de los nuevos hombres ha sido fagocitada por el último estadio del capitalismo para su desarrollo, creando los súbditos perfectos, pues son sus propios carceleros, sus verdugos incluso.
Frente a todo ello, el autor nos propone volver a encontrar una narratividad en nuestra vida que vuelva a darla sentido más allá del trabajo, reencontrándonos de nuevo con lo trascendente (pues si no convertiremos al trabajo, la salud y la apariencia física en nuestros únicos dioses).
Debemos encontrarnos más allá de lo que hacemos o producimos, volver a encontrar el aburrimiento como un lugar en donde se puede meditar sin necesidad de hacer, dándole una dimensión más humana al tiempo
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