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miércoles, 20 de julio de 2011

MARTA DE NEVARES, EL ÚLTIMO Y MÁS DESGRACIADO AMOR DE LOPE DE VEGA

Tomado de http://losescritoresespanoleses.blogspot.com/2009/02/lope-de-vega.html

Lope de Vega (como gran parte de su siglo) fue un verdadero vividor, amante de la escritura pero también de la aventura y los amores.

Sin embargo, el final de su vida, su última amante, fue una segunda y triste vida la que tuvo el poeta.

Marta de Nevares Santoyo, mujer casada desde los 13, aún muy joven (25 años) y extremadamente bella, conoció a Lope cuando él ya rozaba los 60 años y estaba ordenado como sacerdote.

Fue en 1616, en un jardín madrileño, en una fiesta poética

Comenzó una extraordinaria historia de amor medio clandestina de la que nacería una hija natural: Antoñita Clara

Sin embargo, la tragedia esperaba al escritor. En 1621 Marta enfermó gravemente, y primero perdió la visión, y más tarde entró en una dolorosa locura que Lope cuidó con un cariño entrañable hasta su muerte en 1632.

Dos años después, la hija de ambos, Antoñita Clara, con sólo 17 años, se fuyg con un galán. El mismo año en que su hijo mayor, Lope Félix (Lopito), muere ahogado pescando perlas en la isla Margarita.

El escritor murió un año después de todo aquello

Con los sobrenombres de Amarilis y la Marcia Leonarda. Lope le dedicó numerosos poemas, especialmente en estos últimos años desgraciados

¡Ay soledades tristes




de mi querida prenda,




donde se escuchan solas




las ondas y las fieras!




. . . . . . . . . . . . . . . .




O, ¿pediré llorando




la noche de su ausencia...




. . . . . . . . . . . . . . . .




Ya es muerta, decid todos,




ya cubre poca tierra




la divina Amarilis,




honor y gloria vuestra;




aquella cuyos ojos




verdes, de amor centellas,




músicos celestiales,




Orfeos de almas eran,




cuyas hermosas niñas




tenían, como reinas,




doseles de su frente




con armas de sus cejas.



Un autor contemporáneo, José Hierro le dedicó este magnífico poema a este último Lope en 1991



Lope. La noche. Marta

He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.

«Salí al rayar el alba —digo—.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo —entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera—;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.

Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.

No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
—al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»—
en los que hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.
qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina la estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.

Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana. Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa
—Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea—
luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.

Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
—mis bien cortadas plumas—,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Ego te absolvo.

Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.

3 comentarios:

  1. Era hija de Francisco de Nevares y nieta de Sebastián Cordero de Nevares, quien fue Secretario Real de Felipe IIhttp://luzdeuncandil.blogspot.com.es/2012/09/sebastian-cordero-de-nevares-secretario.html

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  2. Se quedó ciega y entró en locura. Es típico de la sífilis. Sin embargo, Lope no murió sifilítico. Eso me pienso.

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