A veces acudo a las mezquitas, donde la oscuridad es propicia al sueño…» Únicamente un hombre en paz con su Creador podría conciliar el sueño en un lugar de culto.
Un magnífico libro en dos fases que nos hablan de los lugares oscuros (intermedios) de la historia de Persia
En la primera de ellas existe un triple protagonista.
Por una parte Omar Jayya, el famoso matemático y escritor, que deslumbra con la fuerza de sus reflexiones sobre la religión (como la que abre este artículo), el poder (Los secretos de los príncipes no me interesan, queman los oídos de los que los oyen) o la propia vanidad de los sabios
–Sólo a los sultanes y a los cadíes hay que hablarles con
circunloquios. No al Creador. Dios es grande, no necesita para nada nuestros
melindres y nuestras pobres zalemas. Me ha hecho pensante y por lo tanto pienso
y le entrego sin disimulos el fruto de mi pensamiento.
Junto a él nos aparece la imagen del propio poder, sus ambiciones, realizaciones y miserias, Nízam
el-Molk, visir de los abasíes
Pero no me contento con sonar, construyo. Paséate mañana por
los barrios de Ispahán, verás a regimientos de trabajadores que cavan y
edifican, artesanos que se afanan. Por todas partes surgen hospicios,
mezquitas, caravasares, ciudadelas, palacios del gobierno. Pronto cada ciudad
importante tendrá una gran escuela que llevará mi nombre: «Medersa Nizamiyya.»
La de Bagdad funciona ya; dibujé con mi propia mano el plano del lugar,
establecí el programa de estudios, escogí los mejores maestros y concedí una
beca a cada estudiante. Este Imperio, como puede ver, es una inmensa obra; se
eleva, se desarrolla, prospera, es una época bendita la que el cielo nos
concede vivir.
Por último Hassan ibn Sabbah, protegido de ambos, que termina por convertirse en el Viejo de la Montaña en su fortaleza de Alamunt y crear la famosa secta de los Asesinos de inspiración chií que practicó una popular yihad contra los poderes del Islam más ortodoxo (pero también corrupto)
«No basta con matar a nuestros enemigos», les enseña Hassan.
«No somos asesinos, sino ejecutores; tenemos que actuar en público, para
ejemplo de todos. Nosotros matamos a un hombre, pero aterrorizamos a cien mil.
Sin embargo, no basta con ejecutar y aterrorizar, también hay que saber morir,
ya que, aunque matando desanimamos a nuestros enemigos de emprender cualquier
acción contra nosotros, muriendo de la manera más valerosa posible provocamos
la admiración de la multitud. Y de esa multitud saldrán hombres para unirse a
nosotros. Morir es más importante que matar. Matamos para defendemos, morimos
para convertir, para conquistar. Conquistar es una meta, defenderse es sólo un
medio.»
Unido por las páginas de un libro de Jayja, el autor remonta la historia para situarnos en la Persia dominada por el colonialismo occidental y ruso, en plena efervescencia nacionalista que llevará hacia la independencia.
¿Qué
imagen tienen los persas hoy en día de las naciones cristianas? ¿La muy
cristiana Inglaterra que se apodera de su petróleo, la muy cristiana Rusia que
les impone su voluntad según la cínica ley del más fuerte?
De nuevo (aunque hayan transcurrido los siglos) el poder y sus diversas formas (ahora marcadas por el espíritu ilustrado, tan cercano al que tuvo Jayja) se enfrentan entre si, con la religión y con los múltiples intereses.
La historia se repite, cambiando las máscaras
De ahí vienen todas nuestras desgracias. Como el tesoro está
agotado, se pide prestado a los rusos y a los ingleses, que para poder
reembolsarse su préstamo obtienen concesiones y privilegios. Por esa vía se
introdujo el zar en nuestros asuntos y así hemos vendido a precio de saldo
nuestras riquezas. El nuevo poder se enfrenta al mismo dilema que los antiguos
dirigentes: si no. consigue recaudar los impuestos a la manera de los países
modernos, tendrá que aceptar la tutela de las potencias. Para nosotros lo más
urgente es sanear nuestras finanzas. La modernización de Persia pasa por ahí;
la libertad de Persia tiene ese precio.
Es el momento de la independencia tanto frente a las potencias exteriores como frente al islam. Un intento a la postre doblemente fallido.
OTRAS OBRAS DEL AUTOR
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