Santiago. Santa María de Tera (Zamora)
Es la imagen más temprana de Santiago como peregrino
La propia Iglesia actual reconoce que Santiago no estuvo aquí. Sin embargo permite su culto, así como su nombramiento como patrón oficial de España (aunque eso trajo su controversia). Por eso vamos a contar su historia, una de las más fascinantes de todo el santoral cristiano, tan falsa históricamente como bella y, sobre todo, muy aleccionadora para entender ciertos sucesos que ocurren en la vida.
Santiago, el menor, vino a Península y durante casi tres años predicó en nuestras tierras sin demasiado éxito, pues sólo consiguió 7 adeptos, aunque se le apareció, en Zaragoza, la Virgen sobre un Pilar (origen de esta advocación), consolándole con una frase un tanto misteriosa: Lo que no conseguiste en vida, lo harás tras la muerte.
Basílica del Pilar. En los relieves se narra esta historia que acabamos de contar
Tras ello volvió a Palestina en donde se enfrentó con un famoso mago de la zona, al que consiguió convertir. Tras varias peripecias más, en el año 44, Herodes Agripa lo mandó prender y ordenó que le cortaran la cabeza.
Ribalta. Martirio de Santiago.
Aquí comenzó la segunda vida de Santiago.
Unos discípulos le embarcaron en una barca de piedra que sin remos ni vela, pero empujado por los ángeles que, con sus solas fuerzas celestiales, afrontaron la arriesgada travesía de todo el Mediterráneo hasta las columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar), remontar el Atlántico y llegar al fin a un rincón escondido de una ría gallega, anudando la barca a un gran pedron (Padrón, donde los pimientos).
Se encontraron entonces con un terrible personaje, la reina Lupa, que les ofreció un carro tirado por toros salvajes que, milagrosamente y ante el signo de la cruz que les hicieron en la testa, se volvieron mansos como bueyes.
Anduvieron con su santa carga hasta el mismo centro del palacio, de donde nadie fue capaz de moverlos. Allí mismo lo enterraron ante la reina que había quedado enmudecida por el prodigio.
Tumba actual de Santiago
Después la historia descansó nueve siglos, sin que nadie supiera de aquellos sagrados restos, hasta que una noche de verano del año 813 el eremita Pelayo observó resplandores (ahora las llamamos estrellas fugaces, y pedimos un deseo) y cánticos celestiales en el lugar. (De ahí los de Campo stellae o Compostela).
Aquí comenzó la tercera vida del santo, su verdadera reinvención.
Los hechos se sucedieron muy deprisa, apoyados en la mentalidad religiosa medieval pero también los cálculos políticos y económicos de los reyes españoles y la orden de Cluny, íntimamente unida al papado
El eremita advirtió al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, quien después de apartar la maleza descubrió los restos y ¡los atribuyó sin duda alguna al apóstol que llevaba 800 años en silencio!
Tras ello fue informado el Rey Alfonso II, el Casto, aconsejado por el famoso Beato de Liébana que, curiosamente, unos años antes había dedicado sus horas a creación de himno en honor a Santiago, y que estaba creando toda una política cultural-religiosa (en el momento era lo mismo) para potenciar al reino astur
Ribalta. Descubrimiento (invención) del cuerpo de Santiago
Por favor observad la cara del rey Alfonso II
Eran entonces los finales del siglo IX, y el reino Astur se encontraba empeñado en una guerra contra los musulmanes que luego llamarían Reconquista. Los islámicos tenían ya su concepto de guerra santa y un lugar de peregrinación: La Meca.
Pero a veces ocurren cosas (o simplemente se inventan) que cambian las situaciones más torcidas, y Ramiro I se enfrentaba con bastante poco éxito a los musulmanes de Abderramán II en la batalla de Clavijo cuando un jinete sobre un caballo blanco hizo virar el rumbo de la batalla. Al terminar ésta con la victoria cristiana, todos los vencedores quedaron estupefactos al ver a aquel misterioso caballero levitando por los cielos. ¡Era Santiago, desde entonces apodado el Matamoros!
Ribalta. Santiago Matamoros
A partir del siglo XI el Camino tuvo un fuerte impulso regio. Los reyes navarros (Sancho III el Mayor) y luego castellanos y leoneses (Fernando I, Alfonso VI) vieron los beneficios tanto económicos (el camino se convirtió en una gran vía de comercio que fue acabando con el feudalismo anterior) como ideológico (tanto en su acercamiento a Europa como para su lucha contra los cristianos, que en el fondo era lo mismo). Aparecerán así numerosos barrios francos (aunque no fueran exclusivamente franceses)
El otro gran interesado por el Camino será la orden de Cluny, que vio en él el lugar perfecto para expandir la nueva reforma del Papa Gregorio (reforma gregoriana, que se desarrolló a la vez que el románico). Desde su sede central en Francia la orden de Cluny comenzó a crear monasterios, hospederías, hospitales y todo tipo de infraestructuras para los peregrinos mientras el papado daba indulgencia plenaria (el perdón de todos los pecados) a los mismos. Si a esto le añadimos el culto a la reliquias (huesos y recuerdos divinos y de santos) de los que estará plagado el Camino, podemos entender su auge extraordinario de verdaderas multitudes hacia Santiago que tanto influyó en nuestro arte como en nuestra economía
Reliquia (obviamente falsa) de las herraduras del caballo de Santiago en las batallas de las Navas de Tolosa (1212)
Y, como dicen los cuentos, colorín, colorado, aunque este cuento no se ha acabado y todavía volveremos al tema con miles de cosas más, desde los celtas al camino de las estrellas, las reliquias falsas y verdaderas, la primera guía de viaje de la historia, los milagros de una gallina que canta tras ser cocida, los templarios, la picaresca o el propio nieto de Noé, Túbal.
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