El contacto continuo con la muerte (aquí lo explicamos) hizo que apareciera un oficio muy especial, el de las plañideras.
Ellas eran las encargadas de expresar el dolor ante la muerte de las formas más insospechadas (lamentos y grandes gritos, golpes en el pecho, echándose tierra sobre la cara, cabeza y cuerpo, o tirándose de los cabellos, llegándoselos a arrancar).
Evidentemente eran profesionales y se pagaba por sus servicios (cuanto más y mejores plañideras, más importante se consideraba el entierro)
El oficio pasaba de madres a hijas que eran aleccionadas (pues todo su comportamiento estaba totalmente codificado), y solían vestir de azul (color de luto de el Cercano Oriente), con el cabello suelto y descalzas.
Isis como plañidera
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