Tomado de Wikipedia
Beber en compañía y conversar con relajada franqueza con los amigos son los básicos gozos del simposio. Hay que añadir también otros complementos festivos, como las flautistas, los saltimbanquis, los bailes y las fáciles relaciones eróticas ocasionales. (Los convidados son solo hombres, las mujeres de la casa no asisten al banquete, pero sí se admite a hetairas, más o menos refinadas, además de las flautistas y danzarinas).
Para proceder al simposio, al acabar la comida, los sirvientes despejaban las mesas, dejando solo en sus manos las copas y, sobre las mesillas dispuestas junto a los triclinios, algunos dulces y golosinas, mientras los comensales se coronaban con adornos de hiedra y pámpanos. Los siervos derramaban sobre ellos perfumes y escanciaban por turnos el vino. Tras las libaciones se elegía a un árbitro de las charlas, el simposiarco o jefe del simposio.
Se creaba así una placentera atmósfera en la que los simposiastas cantaban, charlaban adornando los brindis con sus gracias y ocurrencias, muy desenfadadamente, apasionados o frívolos, sobre asuntos de amor y de política. Vino, música y amistad amenizaban el convite, donde «se adormecen las penas y despierta el instinto amoroso», según Jenofonte. Las charlas simposíacas eran para aquellos parlanchines y discutidores por naturaleza fuentes de intenso placer.
Uno podía imaginarse que también en el mundo de los muertos habría, para los bienaventurados, banquetes y tertulias por el estilo (como Luciano cuenta en sus Relatos verídicos), e incluso en el Olimpo los dioses disfrutaban de estas reuniones, como cuentan algunos mitos. En resumen, el banquete es un festejo colectivo donde se refleja un culto y una cultura de la amistad. En la franca y jovial comunicación del grupo de convidados se expresa un afán hedonista y una exaltación desinhibida del diálogo y la camaradería.
El simposio, como se ha señalado, era a la par alegre espectáculo, espacio lúdico y amable confluencia de placeres. Perfumes, cantos, música y danzas, juegos de ingeniosas palabras circulaban impulsadas por el vino.
Grecia para todos (Carlos García Gual)
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