Con la elección como papa de Inocencio X, llegó también a la misma vera del trono papal una mujer fascinante: donna Olimpia Maidalchini
Sus orígenes se encuentran en Viterbo, y aunque tuvo una infancia desahogada, un revés de la fortuna de su padre hace que tenga que entrar con sus dos hermanas a un convento.
Ante ello la joven se rebela acusando (falsamente) a un sacerdote de prácticas deshonestas, lo que le permite huir del convento.
Casará por primera vez con un burgués anciano que morirá muy pronto pero le dejará con una hacienda sumamente saneada que le permitirá vivir con libertad hasta que conoce a Pamphilio Pamphili, emparentado con esta familia noble.
Acudirá entonces a vivir en el palacio que tenía la familia en la Piazza Navonna y establecerá un profunda relación con su cuñado. Según las malas lenguas y pasquines de Roma, mantendrían una relación sexual que nunca terminó por demostrarse. Lo que sí fue evidente es que a partir de este momento Olimpia puso todas sus dotes y contactos para convertir a su cuñado en Nuncio en Nápoles y Madrid, luego ser nombrado cardenal y, por último, ser elegido Papa.
En todo este trayecto Olimpia se convertiría en la verdadera Papisa de Roma (con todos su arribistas pero también odiadores) que regeneró económicamente el Vaticano (aunque cobrando un porcentaje por ello, como en todo), hizo numerosas fundaciones en favor de las mujeres más malparadas (huérfanas, prostitutas ya ancianas ...) y practicó el mecenazgo en favor de Algardi, Velázquez, Pietro da Cortona, Borromini o Bernini.
Acusada de calculadora, astuta, gran negociante , a la muerte del Papa fue perseguida (y protegida por las propias prostitutas), pudiendo huir a su feudo de San Martino al Cimino en donde fallecería de peste.
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