Casi, más que su portada, Benjamín Labatut debería haber elegido el grabado de Goya, el Sueño de la Razón produce monstruos en su versión más romántica, aquella que ve en el sueño ilustrado un error: demasiada razón llena el mundo de monstruos.
La novela (ensayo, libro de historia o biografías) se nos presenta como un tríptico que va a avanzando en el tiempo, aunque con las mismas razones y contradicciones.
En el primero de ellos somos testigos del suicidio del físico austriaco y amigo íntimo de Einstein, Paul Ehrenfest, incapaz de admitir que su mundo (el de la física clásica destrozada por la cuántica, el del mundo liberal decimonónico, intercultural y tolerante, arrasado por el avance nazi). Es la rendición frente a un mundo sin razón ni moral, dominado por la incertidumbre (y en muchos momentos uno se puede sentir muy cerca de sus razones)
El segundo acto lo protagoniza el matemático húngaro von Neumann que hizo los cálculos para la primera bomba atómica (creando para ello el primer computador moderno), desarrolló la teoría de juegos que tanto se aplicado (en especial durante la Guerra Fría). Su mente es incapaz de dejar de producir hasta su terrible cáncer, y esta inflación de descubrimientos nos ponen ante los mayores dilemas éticos de la ciencia que tanto puede ser utilizada para el bien (la cibernética) como para el mal absoluto (la bomba atómica). En realidad se utiliza para ambos y ¿dónde queda la responsabilidad del científico?
La tercera y última parte nos narra las partidas entre Lee Sedol, gran maestro de Go, y el programa de inteligencia artificial AlphaGo, poniéndonos en las mismas puertas de una inteligencia ya mayor y más fuerte que la humana que puede aprender por sí misma (después, lógicamente, sólo quedaría Blade Runners).
La novela es verdaderamente adictiva y bordea los difusos límites entre razón y locura (tanto personal como colectiva) que las tecnologías actuales están transitando (no se habla de biotecnología pero junto con la cuántica y la cibernética sería otra frontera de estos límites que nos prometen un paraíso que está lleno de posibles infiernos, desde el paro masivo a la pérdida absoluta de nuestra identidad).
Realmente hay que leerla como una botella lanzada por un naufrago. Como una advertencia y un lugar en donde pensar hacia dónde vamos y cómo nos hemos de adaptar ante un progreso no tan maravilloso pero imposible de parar
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