De familia de condottieri, en el aspecto militar fue el característico soldado de fortuna que desarrolló gran parte de su carrera a las órdenes de un señor más poderoso, Francesco Sforza, ayudándole en las guerras intestinas que enfrentaron a Milán, Florencia, venecia, los Estados Pontificios o Nápoles, con constantes cambios de alianzas y traiciones.
Su suerte militar se comenzó a torcer primero al enfrentarse con Náoles y más tarde con el papa Pio II, que llegó a excomulgarle, impidiéndole seguir siendo condotiero.
Retrato de Piero della Francesca
Ante ello primero intentó ofrecerse al turco, y más tarde fue contratado por Venecia para enfrentarse a él en Morea en donde contraería la malaria que terminaría acabando con su vida.
Durante toda su larga experiencia bélica siempre terminó por enfrentarse con el otro gran condottiero de la época, Federico de Moltefeltro, que al contrario que él supo jugar siempre mejor sus cartas políticas, convirtiéndose en duque mientras Malatesta poco a poco iba siendo abandonada por su buena estrella.
Castello Sismundo. Rímini
Junto a esta faceta militar, Malatesta fue un profundo conocedor de las nuevas corrientes artísticas y filosóficas de la época. Imbuido por el neoplatonismo de su maestro y fiel consejero, Pletón, bizantino exiliado en Italia que pretendía una filosofía atea en donde el legado griego se impusiera a la Iglesia (entre sus alumnos se encontraron Ficino o Pico della Mirandola), organizó en su corte de Rímini un grupo de literatos y artistas entre los que se encontraron León Batista Alberti, Piero della Francesca o Agostino de Duccio que colaboraron en el monumento que le franquearía la gloria eterna: el templo Malatestiano.
Tras varios matrimonios, se enamoró locamente de Isolda para que la que compuso versos, convirtiéndola en el ideal de dama renacentista, uniendo sus iniciales en el templo.
Tumba de Isolda
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Sus iniciales entrelazadas
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