Una distopía ya clásica pero acaso algo menos conocida que la de Orwell o la de Huxley, aunque con muchos puntos en contacto con ellas.
En un futuro la felicidad se consigue conduciendo a toda mecha, viendo televisiones de tres y cuatro pantallas en donde la tecnología nos hace creernos los protagonistas de todas las historias y, sobre todo, dejándonos llevar sin pensar
Precisamente los libros, por esto mismo, están prohibido y los nuevos bomberos se dedican a quemarlos, a los libros y a sus propietarios.
Una dura crítica, a veces escalofriante de lo actual que parece, sobre las cualidades embrutecedoras de la tecnología que convierte todo en puro espectáculo en donde el pensamiento sobra, molesta, lucha contra la anestesia generalizada y el conformismo.

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