Llevo una temporada en la que se enlazan ciertas cosas como si se tratara de magia.Rosalía lanzó Lux, lleno de ansias de divinidad. En el disco físico aparecía una frase de Simone Weil (El amor no es consuelo, es luz) y tras consultar a google supe que era una mística contemporánea, una combativa francesa.
En esto estábamos cuando me apareció una reseña de Han, uno de mis filósofos de cabecera, sobre su nuevo libro
En él se habla de la divinidad contemporánea, de la tensión actual entre espiritualidad y un capitalismo que lo ha invadido todo, incluso a nosotros mismos y a nuestros deseos.
Releyendo a Weil, nos habla de la oración como una atención extrema, fuera de la liquidez e inmediatez del mundo, algo muy semejante a las prácticas orientales de meditación.
Aparece también el desapego del mundo y nuestros deseos (un vaciamiento del yo), dejar de poseer y dejar a las cosas pasar con su propio ritmo.
La oración, el vaciamiento extremo, la ruptura de nuestra narratividad que nos empeñamos en generar y cumplir o la pura belleza del arte y la poesía como forma de divinidad. Todos ellos son el manual de instrucciones de una mística actual. Un camino de perfección que nos libre de las ataduras capitalistas, de nuestras ansias narcisistas, de nuestra autoexplotación, del yo hipertrofiado.
Los múltiples textos de Weil son de una radicalidad absoluta, y gran parte de ellos los podría firmar un sufí islámico, un místico católico del XVI o un monje zen.
Acaso, y de nuevo se enredan las cosas, de la magnífica exposición de Matisse o de otra aún más radical de Marina Nuñez, contemporánea, holística, de múltiples búsquedas e iluminaciones para el que quiera entrar en el juego (tan visual como espiritual).
Y es que llevo unos meses en un mundo como carrusel que me ha hecho releer a San Juan de la Cruz y los místicos andalusíes ¡Vivan Ibn Hamz e Ibn Arabí!)