Parece mentira porque está hablando como si fuera una generación z de cristal, harta de todo antes de haber empezado, angustiada por unos padres helicópteros que no la han dejado crecer
Hace unas semanas le di una segunda oportunidad porque la leí justamente cuando tenía esa misma edad y no me gustó para nada, entre otras cosas porque el protagonista me pareció un gilipollas, aunque ahora comprendo que acaso nosotros tuvimos mucha suerte (o tal vez la buscamos) y muy pronto comenzamos a trabajar (aunque fuera en aquel maldito colegio)
Tal vez por eso nunca llegué a entender la vida de un joven que está en un marasmo sin la misericordia de internet ni las excusas de la salud mental de las nuevas generaciones.
Un chico que habla y habla (que magníficamente bueno es su monólogo ininterrumpido) del amor, los padres, el trabajo, Alcoy, el sexo, la pereza, el compromiso, la literatura, la familia, los amigos....pero muy pocos 90
(que era precisamente es lo que buscaba ahora que vivimos en estas décadas, enredados en sus pequeñas cosas)
Por eso tuve que que buscar otras cosas, y de pronto me encontré a mi mismo.
(La literatura tiene esas trampas; no es un lugar nada seguro)
Me vi tumbado en el sofá del salón bajo los tórridos días de agosto de Madrid. Un sofá cubierto por una sábana, la televisión encendida y un inmenso, inacabable desierto de nada en medio del pecho.
Me recordé así pasando los largos días de vacaciones como si en verdad no hubiera futuro como si no quisiera crecer del todo, abandonar la terrible adolescencia de montañas rusas sin fin para encontrar una estabilidad que volvía grises la cosas
No había apenas noventas, no, había yo, nosotros y ese momento espeso con olor a alquitrán caliente, a hojas ajadas en los árboles, con la que nos recibió el mundo nuevo de la última universidad y los primeros trabajos.
¿De verdad que esta mierda es el famoso ya madurarás? Cuánto nos habían engañado, pensábamos, piensa el protagonista de esta historia que acaso era tan gilipollas como nosotros, o tan desencantado porque el mundo sin frenos de la adolescencia ya hubiera terminado.
¿No les pasará eso la famosa generación Z de cristal? ¿Acaso no les hemos engañado también con un futuro de madurez que no era lo que le habíamos prometido?
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