Es mucho mejor comprar un poeta que un pintor o un escultor. Es mucho más limpio y molesta muy poco y nos dará frases y poemas.
Esta es la idea que tiene una jovencita en un mundo dominado por las cantidades, los beneficios, la productividad y el control de los tiempos, las duraciones y las magnitudes.
Un mundo matemático e hipercapitalista como al que nos quieren llevar esos tecnos que todo lo miden, pesan y controlan con sus distintas aplicaciones, gráficas y big datas, convirtiéndonos tan solo en números, como nuevos prisioneros de un gigantesco campo de concentración llamado Modernidad.
Este es el juego distópico y disparatado que nos propone Afonso Cruz. Un juego irónico que nos permite comprender la importancia que tiene la literatura y el arte para la vida más cotidiana. Una inutilidad muy útil para pensar de forma lateral, holística o relacionada como nunca consiguen las ciencias y que muy pronto redescubriremos (ya lo están haciendo los expertos) en el entrenamiento de las redes neuronales y la IA.
Hasta entonces un buen lugar para todos nosotros, personas de letras, que no nos resignamos a registrar magnitudes y preferimos la indeterminación, belleza y poderío de lo sutil, lo intuitivo, lo infraleve.