Una brutalidad de novela, un Cien Años de Soledad (del que tantos guiños tiene, como sus últimas líneas de esta gran saga familiar) indio o pakistaní, un panfleto posmoderno, adictivo y perverso; una historia fantástica, una fantasía histórica… Todo eso y mucho más es esta espléndida novela que nos reveló a uno de los grandes escritores actuales (lamentablemente más conocido por la fatua de Jomeini que por su magnífica escritura).
Su lectura nos dará gratísimas sorpresas, desde un manejo del lenguaje sumamente sugerente que inventa palabras al juego de constantes perspectivas (autobiografía que sin mediación pasa a la tercera persona y regresa al yo en la misma frase que intenta explicar lo que es imposible; juegos narrativos en donde el protagonista y la propia India intercambian los papeles a menudo y sin solución de continuidad).
Una obra verdaderamente posmoderna en su inclusión de lo impuro (en el sentido de romper categorías para hacerlas permeables), manejando múltiples formatos (lo televisivo, la acción de las películas, el argot, la mitología, la religión, los propios hechos históricos, el realismo mágico, el monólogo interno, los diálogos multiplicados como ecos que se confunden entre sí, los titulares de los periódicos…) que no renuncia a nada con tal de sumergirnos en un verdadero torbellino de sensaciones e historias (lo que en el fondo es el hombre, una multiplicidad en la que los hechos se solapan, se destrozan entre sí, se añaden o se restan sin la lógica que sólo está en nuestros recuerdos pero no en algo tan sumamente complejo como es la vida).
Y si todo ya es complejo en un simple hombre, ¿qué le puede pasar al protagonista que, por extrañas magias de los calendarios, es la propia India. una desventurada víctima de mis preocupaciones interculturales. Mi piel es la expresión externa del internacionalismo de mi espíritu
Pues Rushdie ni siquiera se limita a hablarnos de la India, sino de las múltiples Indias que existen o existieron tanto en lo diacrónico (la de la liberación, la de las múltiples particiones, el Pakistán y su ala oriental, la de Nerhu, la de Indira Gandhi…) como sincrónico (la mitológica, la pura de los islámicos, la de los magos o la de los ejércitos, la de los indios que parecen blancos y creen en el progreso, la de los miserables e interminables barrios de chabolas, la de los cientos de idiomas, la de los cachemiros en donde comienza la historia y serán por siempre territorio disputado…).
Realmente, EXCELENTE.
Una novela que deberían leer, sobre todo, aquellos que solo tienen grandes y macizas certezas bien esterilizadas en su mente. Tal vez esta zambullida en lo múltiple, lo mestizo, lo verdaderamente intercultural (la esencia de nuestros tiempos) pueda servirles de vacuna ante el fundamentalismo (y no solo religioso) que nos va deteriorando cada vez más
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