Patrick Süskind publicó en 1985 una novela verdaderamente genial (tanto en lo literario como en lo histórico) que he releído en varias ocasiones.
En lo literario es fascinante tanto su trama como su protagonista, un hombre sin olor propio y con la nariz más fina que habría producido la historia, tan tenaz y obsesivo del mundo de los olores que se convertirá en el perfumista más grande que vieran los siglos. Un verdadero Miguel Ángel del olor que consigue hacer lo que jamás nadie pudo, manipular los sentimientos de la gente (pues esto es verdaderamente el arte) con simples perfumes.
Este artista subordina todo (su vida, la vida de los demás) a la creación de la gran fragancia que produzca amor, un olor tan terrible que nadie podrá resistirse a él.
La novela es, por tanto, todo un ensayo sobre el perfume (y también el asesinato) como una de las bellas artes, llena de sugerencias y hallazgos, entre ellos el de hacernos oler las letras impresas hasta saturarnos (probadlo, su lectura pareciera que afinara nuestra nariz y nos obligara a ser conscientes de todos los olores que nos rodean, habitualmente desapercibidos).
Desde el punto de vista histórico, he utilizado fragmentos (tantos de la novela como de su versión cinematográfica) para mis clases sobre el Antiguo Régimen. Gracias a ellos puedo dar el envés de esta sociedad, que casi siempre explicamos desde el punto de vista privilegiado, olvidando casi por completo al 90% de la población y su mísera vida.
Los olores, la miseria, la vida cotidiana, la falta de higiene, la pura supervivencia de París no privilegiado (el verdadero espejo invertido de Versalles) de muchas de sus escenas son perfectos para compararlos con la película Maria Antonieta y ver así las enormes desigualdades de este sistema.
Por otra parte, muchos fragmentos son perfectos para recordar y repasar el mundo de los gremios (en este caso el de los perfumistas), ver sus categorías sociales, su forma de trabajo, sus relaciones económicas
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