Así como los apartamentos de las ínsulas podían variar mucho
de unos a otros, —en ellos vivían las clases sociales que no podían adquirir
una villa y se acomodaban en un edificio de varios niveles: abajo las tiendas y
tabernas, encima los cenáculos, donde vivían los más pudientes, y en lo alto,
bajo los tejados, las clases más bajas; en cambio las villas romanas tenían una
distribución que, en lo sustancial, se había conservado desde los tiempos de la
república. Quizá venía de mucho antes, cuando el territorio itálico no era más
que un conglomerado de pueblos que usaban distinta lengua. Es posible que los
etruscos construyeran de ese modo. El caso es que a lo largo del tiempo y del
Imperio, fuera de Occidente u Oriente, todas tenían la misma distribución,
aunque podían cambiar las medidas, y ésta era de las pequeñas pero, como las
demás, después del atrio, con el estanque donde se recogían las aguas del
tejado, venía la puerta de salida al peristilo, con el jardín, adonde era
habitual que dieran las habitaciones nobles de la casa.
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