y las autopistas se superponían como en una cópula de gigantes de inmensas piernas entrelazadas.
La más brutal novela del autor, casi un puro Bataille y su surrealismo oscuro y repugnante que gusta de unir vísceras con sexo y traspasar límites morales pero también sensitivos. Muy cerca, a veces superándolo, de la estética del límite de Chuck Palahniuk.
Nos habla de la fascinación por el automóvil como metáfora de un mundo cada vez más post-humano. El coche y los accidentes automovilísticos (como un símbolo de nuestros tiempos, tecnología y thanatos) y sus huellas en los cuerpos
Nace así una profunda sexualizacion de las formas tecnológicas (coches, aviones...) que se entremezcla con la fascinación por la deformidad, la huella del accidente, el cuerpo y sus mutilaciones que, igual que los coches, enciende el eros.
Heridas y cicatrices
La pornografía de las superficies cromadas, los salpicaderos y cuadros de mandos o lis asientos de cuero.
Heridas y cicatrices
La pornografía de las superficies cromadas, los salpicaderos y cuadros de mandos o lis asientos de cuero.
El placer del dolor.
Las perversiones que se hibridan con la tecnología y nos acercan a lo inimaginable, lo que no es posible mirar y corta en pedacitos finos nuestra sensibilidad.
Todo un largo presentimiento de los que será una de las vertientes más interesantes del ciberpunk
R.
La anticipación de un tema tan fundamental en el repertorio ciberpunk como es el accidente de coche entendido como dialéctica brutal de la carne y la máquina; Dery menciona al respecto el poema de Mario de León Fornicación de automóviles (1914), postulándolo como antecedente necesario del Crash de J. G. Ballard,42 y habría que añadir que el accidente es la situación que origina el primer manifiesto futurista y la concepción misma de la textualidad accidental –y también su derivación en nuestro país, como explicaré más abajo–. En segundo lugar, Dery rastrea en la idea marinettiana de la «metalización de hombre» y su identificación con el motor el origen del culto al cuerpo como máquina y el furor de los anabolizantes.
Afterpop (Eloy Fernández)
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