Preso en León el inmortal Quevedo
de agua enfermedad convalecía;
y el tunante prior le administraba
caldos de transparencia cristalina.
-¡Valiente caldo!… dijo don Francisco.
¡Valiente caldo!… ¡Bravo! –repetía.
-¿Por qué valiente? –le repuso el fraile.
-Porque no tiene nada de gallina.
Acusado por “su amigo”, el Duque del Infantado, de ser confidente de los franceses, Quevedo fue detenido en Madrid y encarcelado en este convento de San Marcos en León (curiosamente hoy convertido en Parador Nacional)
Era 1639, y aunque existen cartas del propio Quevedo, todo parece que el principal instigador de su encarcelamiento fuera (¡cómo no!) el Conde duque de Olivares, que nunca perdonaría al escritor su espíritu crítico.
‘‘Crecen los palacios, ciento en cada cerro -y al pobre del pueblo, castigo y encierro’’
El propio Quevedo lo contó así
‘‘A 7 de diciembre, víspera de la Concepción de Nuestra Señora, a las diez y media de la noche. Fui traído en el rigor del invierno sin capa y sin camisa, de sesenta y un años, a este convento Real de San Marcos, donde he estado todo este tiempo en rigurosísima prisión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río que tengo a la cabecera, se me han cancerado y por falta de cirujano, no sin piedad me las han visto cauterizar con mis manos; tan pobre que de limosna me han abrigado y entretenido la vida. El horror de mis trabajos ha espantado a todos’
Su larga permanencia en la cárcel y la dureza de la misma debieron afectar mucho al escritor que morirá pocos años después, también en una nueva cárcel
de la que ya hablamos
Para saber más
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