Adoptando la estructura de una novela negra, Tabucchi volvió a realizar (igual que en Sostiene Pereira) un alegato sobre la responsabilidad de la prensa a la hora de buscar la verdad y desenmascarar las injusticias en un oscuro asesinato tras el que se esconde la globalización y los abusos policiales.
Como en otras de sus obras lo más fascinante de la obra son sus personajes, siempre oscilando entre lo sublime y lo grotesco: el periodista, investigador de la literatura portuguesa de postguerra; Diocleciano, el pescador de ahogados en el Duero; el gitano Manolo que sueña con pasados ya imposibles y, a la vez, posiblemente falsos; doña Rosa, dueña de la pensión que más bien parece un veterano agente de espionaje, el abogado, tan mundanal como metafísico; o la propia Oporto, cruz de Lisboa que poco a poco aprendemos a querer como lo hace el protagonista.
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