viernes, 12 de abril de 2019

LOS CUENTOS DE LOS ANIMALES IMAGINARIOS. La increíble historia de la nota de Bach


Hola, amigos, soy el Rinoceronte (el amarillo, por supuesto)
No vais a poder creeros la aventura que nos pasó el otro día. Fue la repanocha, como dice el Otro Koala.
Resulta que estábamos con nuestros papis en una iglesia muy grande...
- Gótica
- Sí, vale, gótica, Elefantito.
- Gótica flamíg...
- ¡Que sí, Elefantito! Es gótica flaminosequé. ¿Ya puedo continuar?
- Es que eso es muy importante para...
- Lo importante es la historia.

Bueno, a lo que íbamos. 
Resulta que estábamos en esa iglesia gótica flaminosequé
- Flamígera.
- Vaaaale.
Estábamos en un concierto flamígero el otro día
- De Bach.
- Pero, ¿me vas a dejar de una vez contar la historia?

Estábamos en un concierto flamígero de Bach cuando, de repente, ...
Esperad un momento. Antes tenéis que saber que había una mosca. Acordaros de eso, que es muy importante, ¿vale?
Pues eso, que estábamos en el concierto.... cuando el que tocaba la viola de gamba (que es como un violonchelo pero muchísimo más bonito) comenzó a ponerse nervioso, pues la mosca le daba vueltas y se posaba en la oreja, o en el dedo, pues ya sabéis lo molestas que pueden ser las moscas cuando saben que tú no puedes apachurrarlas.
Se pasó un buen rato así hasta que se le posó ¡en el ojo!, y claro, pues que le dio un flus y se le fue la melodía un poco.
Casi no fue nada, lo suficiente como para que una nota le saliera un poco mal y se saliera del resto (como a vosotros cuando cantáis y os sale un gallo, ¿vale?)

Era una nota pequeñita...
- Una corchea
Sí, una corchea pequeñita que, como estaba hecha rara se salió del hilo de la música y empezó a dar vueltas por la iglesia como una loca.
- Era un fa, Rinoceronte.
- Sí, pero pequeñito.
Un fa muy redondito que iba de aquí para allá haciendo carreras por toda la iglesia. 

Como os podéis imaginar nosotros salimos corriendo detrás de él a ver si le cogíamos.
¡Vaya persecución! El fa corría como un demonio y nos costó un buen rato atraparlo, justo al lado de una capilla en donde había un cuadro muy triste de un señor que le salía sangre de las manos.
- San Francisco.
- No sé, no le pregunté su nombre, Elefantito.

Justo a su lado, el Camello y el Leoncito...
- ¡Qué bien, por fin salgo en una historia!
... le acorralaron y yo conseguí atraparle por el rabito pero sin apretar demasiado para no hacerle daño.
- ¡Corred, coged la mochila mágica! - les dije a mis amigos, y lo metí dentro de ella y cerré la cremallera.
Nos fuimos entonces a donde nuestros papis y, en un descanso de la música, se lo dijimos.
- ¡Tenemos un fa de Bach, Ampalito!
- Una corchea, mira - y le enseñamos la mochila que se movía sola con el fa sin parar dentro de ella.
- Se le escapó al de la viola de gamba y le hemos conseguido coger, ¿nos lo podemos quedar? 
Ampalito cogíó la mochila y la abrió despacio para ver la nota.
- ¿A qué parece simpático?
- Yo creo que está asustado, animalillos - nos dijo ella.
- Será porque no le gusta la mochila que está llena de cosas, pero en cuanto lleguemos a casa buscamos una cajita para él sólo.
- Fa, fa fa - dijo la nota sin parar de moverse.
- ¿Ves? Dice que le gustaría venirse con nosotros.
- Sólo dice fa fa fa - nos dijo Vicentito.
- Pues eso, que quiere venirse. Está clarísimo.
- Yo creo...
Y en ese mismo momento, en la orquesta, la viola de gamba comenzó a hacer un solo muy largo y triste.
- Es su papi que le está llamando - nos dijo Ampalito.
- ¿Cómo va a ser e....?
- FA, FA , FAAAAAAA - tocó la viola de gamba, cada vez más fuerte y triste.
Y la nota empezó a moverse cada vez más hasta que se quedó muy quieta en un rincón de la mochila.
- ¿No lo véis, animalillos?

Y como siempre, Ampalito tenía razón. La nota de Bach se había quedado blandita, y se movía como si llorara muy bajito.
- Pobrecita - nos dijo - ¿No os da pena?
- Pero...
- ¿Qué sentiríais vosotros si os cogieran y os metieran en una mochila?
- Pues es verdad.
- Sería horrible.
- ¿Queréis llevárosla y dejarla sin papi?
- FA, FA, FAAAAAAA - respondió la Viola de Gamba.
Y a nostros nos dio mucha pena, que es como una bola que se te pone en la tripa y da vueltas y vueltas.
- ¿La soltamos, amigos? - les dije yo.
Y aunque nos habría gustado que se viniera con nosotros, al final decidimos que eso era lo mejor, y nos volvimos hacia la orquesta y, al lado de la Viola de Gamba abrimos la mochila.
- ¡FA, Fa, Fa! - dijo la Viola cuando la nota pequeñita salió disparada hacia ella.
Antes de entrar en las cuerdas del instrumento se volvió un momento hacia nosotros, nos miró y sonrió con sus patitas.
- fa fa fa - nos dijo así, como despidiéndose.
- Adios, amigo - le respondimos todos con un poco de pena mientras sentíamos que la bola de la tripa se iba haciendo pequeñita y desaparecía.
- Te vamos a escribir un cuento para que no nos olvides - le dije yo.
- fa fa.

Y por eso esta mañana que no teníamos cole pues estamos al fin de vacaciones nos hemos puesto a contaros eso, para que sepáis que las notas, aunque sean pequeñitas, tienen su corazoncito y es mejor que estén con sus papis.







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