domingo, 3 de abril de 2011

EL MEJOR LORCA VISTO A TRAVÉS DE LA MÚSICA

El Lorca más popular, el vinculado al flamenco del que tanto gustaba. Junto a Falla creó un recital de flamenco en la Alhambra. La canción “Los Cuatro Muleros” era una de sus favoritas, y solía interpretarla al piano en su casa de Granada. Ésta versión la canta Estrella Morente

Los flamencos le devolvieron el favor y Camarón se hizo famoso con esta Leyenda del Tiempo, sobre versos de Lorca

El Sueño va sobre el Tiempo flotando como un velero. Nadie puede abrir semillas en el corazón del Sueño. ¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta! ¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

El Tiempo va sobre el Sueño hundido hasta los cabellos. Ayer y mañana comen oscuras flores de duelo.

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta! ¡Qué espesura de anémonas levanta!

Sobre la misma columna, abrazados Sueño y Tiempo, cruza el gemido del niño, la lengua rota del viejo.

¡Ay cómo canta el alba! ¡Cómo canta! ¡Qué espesura de anémonas levanta!

Y si el Sueño finge muros en la llanura del Tiempo, el Tiempo le hace creer que nace en aquel momento.

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta! ¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

El Lorca del Cancionero Gitano. El Romance SONÁMBULO

Romance Sonámbulo

Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. --Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. --Si yo pudiera, mocito, este trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. --Compadre, quiero morir, decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? --Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. --Dejadme subir al menos hasta las altas barandas, ¡dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua. Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal herían la madrugada. Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. --¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña.

Ahora el Lorca más surrealista, el de Poeta en Nueva York

En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha. Hay un salón con mil ventanas. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals con la boca cerrada. Este vals, este vals, este vals, este vals, de sí, de muerte y de coñac que moja su cola en el mar. Te quiero, te quiero, te quiero, con la butaca y el libro muerto, por el melancólico pasillo, en el oscuro desván del lirio, en nuestra cama de la luna y en la danza que sueña la tortuga. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals de quebrada cintura. En Viena hay cuatro espejos donde juegan tu boca y los ecos. Hay una muerte para piano que pinta de azul a los muchachos. Hay mendigos por los tejados, hay frescas guirnaldas de llanto. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals que se muere en mis brazos. Porque te quiero, te quiero, amor mío, en el desván donde juegan los niños, soñando viejas luces de Hungría por los rumores de la tarde tibia, viendo ovejas y lirios de nieve por el silencio oscuro de tu frente. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre". En Viena bailaré contigo con un disfraz que tenga cabeza de río. ¡Mira qué orillas tengo de jacintos! Dejaré mi boca entre tus piernas, mi alma en fotografías y azucenas, y en las ondas oscuras de tu andar quiero, amor mío, amor mío, dejar, violín y sepulcro, las cintas del vals Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)

O el más terrible, como si ya supiera de su próxima muerte

Gacela de la Muerte Oscura

Quiero dormir el sueño de las manzanas

alejarme del tumulto de los cementerios.

Quiero dormir el sueño de aquel niño

que quería cortarse el corazón en alta mar.

No quiero que me repitan

que los muertos no pierden la sangre;

que la boca podrida sigue pidiendo agua.

No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,

ni de la luna con boca de serpiente

que trabaja antes del amanecer.

Quiero dormir un rato,

un rato,

un minuto,

un siglo;

pero que todos sepan que no he muerto;

que haya un establo de oro en mis labios;

que soy un pequeño amigo del viento Oeste;

que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

Cúbreme por la aurora con un velo,

porque me arrojará puñados de hormigas,

y moja con agua dura mis zapatos

para que resbale la pinza de su alacrán.

Porque quiero dormir el sueño de las manzanas

para aprender un llanto que me limpie de tierra;

porque quiero vivir con aquel niño oscuro

que quería cortarse el corazón en alta mar.

Lorca. Diwán del Tamarit.



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