La revolución ha dejado de devorar a sus hijos, el poder, según una expresión de Anna Ajmátova, se ha vuelto vegetariano. Bajo Nikita Jrushov, el porvenir radiante se presenta como un objetivo razonable e indulgente: seguridad, aumento del nivel de vida, crecimiento apacible de alegres familias socialistas en las cuales a los niños ya no se les alienta a denunciar a sus padres. Es verdad que hubo el período delicado en que tras la muerte de Stalin liberaron a millones de zeks, y a algunos incluso les rehabilitaron. Los burócratas, provocadores y soplones que les habían enviado al gulag estaban seguros de una cosa: de que no volverían nunca. Pues bien, algunos han vuelto y, por citar de nuevo a Ajmátova, «dos Rusias se han encontrado cara a cara; la que denunció y la que fue denunciada». No se produjo el potencial baño de sangre. Delator y prisionero se cruzaban, recíprocamente sabían a qué atenerse, y cada uno desviaba la mirada y se iba por su lado, a disgusto, los dos vagamente avergonzados, como personas que en otro tiempo han cometido juntas una fechoría de la que es mejor no hablar.
Destituido Jrushov de sus funciones, la generación de apparatchiks salida de las purgas implantó, bajo la égida del afable Leonid Brézhnev, una especie de estalinismo blando, compuesto de la hipertrofia del partido, la estabilidad de los cuadros dirigentes, los enchufes, los nombramientos internos, las grandes y pequeñas prebendas y la represión moderada: lo que se ha llamado el comunismo de nomenklatura, por el nombre de la élite que se beneficiaba del mismo, pero este grupo selecto, en el fondo, era relativamente numeroso y, por poco que se siguieran las reglas del juego, no demasiado inaccesible. Esta estabilidad plomiza, carente de sentido y en cierto modo cómoda, prácticamente todos los rusos con edad para haberla conocido la recuerdan con nostalgia hoy que se encuentran condenados a nadar y muchas veces a ahogarse en las aguas heladas del cálculo egoísta. La gran máxima de la época, equivalente a nuestro «trabajar más para ganar más», era: «Fingimos que trabajamos y ellos fingen que nos pagan.» No es muy estimulante como modo de vida, pero bueno: nos las arreglamos. No arriesgas mucho, a no ser que hagas estupideces. Pasamos de todo, reconstruimos en el fondo de las cocinas un mundo del que sabemos seguros, a menos que te llames Solzhenitsyn, que seguirá siendo como es durante siglos, porque su razón de ser es la inercia.
En aquel tiempo, justo después de la caída de Jrushov y la asunción del poder por la troika Brézhnev-Kosyguin-Gromyko, esto es un delito, y un delito relativamente serio. Está prohibido todo contacto con extranjeros, sospechosos a la vez de propagar por medio de libros, de discos o hasta prendas de vestir peligrosos virus occidentales, y de sacar del país textos de disidentes.
Le sometieron a inyecciones de azufre atrozmente dolorosas y a una simpática terapia denominada la okrutka, consistente en sumergir al paciente envuelto en una sábana en una bañera de agua helada y en dejarle secar dentro.
Esta verdad fundamental es, por supuesto, el gulag. Es también que el gulag existe antes y después de Stalin, que no es una enfermedad del sistema soviético sino su esencia y hasta su finalidad. Solzhenitsyn pasó diez años recopilando en secreto los testimonios de doscientos veintisiete antiguos zeks y, con su letra minúscula, enterrando sus manuscritos, haciéndolos microfilmar para trasladarlos a Occidente, edificó este monumento, Archipiélago Gulag, que se publicó en Francia y en Estados Unidos a principios de 1974 y empieza a leerse en Radio-Liberté. El hombre que en ese momento acaba de asumir la dirección del KGB, Yuri Andrópov, comprende que esta bomba es más peligrosa para el régimen que todo el arsenal nuclear norteamericano, y toma la iniciativa
Limónov (Emmanuel Carrere)
Mira este sitio francés (de 130 páginas!) dedicado a Eduard LIMÓNOV con información que no está en el libro de Carrère, escrito hace más de 10 años.
ResponderEliminarDos páginas del sitio en español:
http://tout-sur-limonov.fr/334947290
https://tout-sur-limonov.fr/222318806