lunes, 3 de octubre de 2022

ARQUEOLOGÍA DE BOLSILLO. El descampado



 













El crecimiento acelerado que tuvieron las grandes ciudades en los años sesenta, setenta y ochenta no fue homogéneo y dejó a la ciudades llenas de estos espacios vacíos: los descampados.

Unos eran fruto de parcelas con problemas de sucesores que no se podían poner en venta, en otras ocasiones lugares en espera a ser construidos (muchas veces por las propias administraciones públicas, que sólo bastante tiempo después pudo crear en ellas equipamientos escolares, sanitarios o simples zonas verdes).














Se creaba así toda una red de lugares  ambiguos entre lo urbano y lo rural (en ellos crecían todo tipo de flora silvestre, desde las espigas a las malvas, las amapolas, las acacias dispersas) que últimamente se ha venido a denominar Tercer Paisaje , valorando su variedad biológica.

En el aspecto social el descampado pronto se convirtió en lugar básico de socialización (junto a los recreativos para los jóvenes y los bares para los adultos).














Estos descampados servían a distintas funciones según el momento histórico.

Si hiciéramos en ellos una improbable cata arqueológica encontraríamos en sus zonas bajas evidencias de explotación agrícola de secano, como muchos campos de cultivo que rodeaban las ciudades. 

Sobre ellos (entre los sesenta y gran parte de los setenta, cuando comienzan a ser rodeados por la ciudad) encontraríamos otras evidencias.

Encontraríamos juegos infantiles (tal vez chapas para hacer carreras con ellas o canicas), pues los parques infantiles eran muy escasos y (además) los niños jugaban en la calle solos muy pronto, sin compañía paterna (no era el bien escaso y lleno de atenciones actual que necesita constante vigilancia). 

Existirán piedras que en alguna vez sirvieron para hacer porterías de fútbol y sobre todo multitud de deshechos, pues muchos de estos descampados eran utilizados como vertederos ocasionales de coches desguazados, vallas de alambre, y cualquier otro residuo industrial que podía servir como juego ocasional de los niños con el siempre latente peligro del tétanos que llevaban en sí todos aquellos objetos oxidados.

En estas décadas la adolescencia hará del descampado el lugar fundamental de  quedada para el grupo (su unidad básica) o las primeras parejas (su segunda e inestable unidad adolescente), siendo el escenario de los primeros consumos (alcohol y, más tarde, drogas blandas), bandas y relaciones sexuales. (Quizás encontráramos litronas, colillas o preservativos)

Todo este paisaje sufrirá un fuerte cambio a finales de los setenta, con la llegada de la heroína. A partir de este momento el descampando se llena de yonquis, papelinas y jeringuillas; se convierte en un lugar peligroso que termina por convertirse en lugar de miedo que expulsa a su antiguos habitantes.



A partir del siglo XXI, la progresiva urbanización va acabando con el descampado bajo nuevas construcciones y equipaciones mientras que la heroína va siendo sustituida por otras drogas menos callejeras.
Se vuelve así parque, huerto urbano o zona vallada para perros, retornando a su condición primigenia de lugar de reunión y socialización 

Lucas Corralejo


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