La más oscura y terrible de todas sus historias, tan brutal en su objetividad y falta de sentimientos que pone los pelos de punta.
Una máquina de matar terrible, lenta, ominosa, que va tatuando en el cuerpo del reo su falta hasta (doce horas después) provocar su muerte. Ese es el eje de este cuento largo que tiene mucho de antimaquinista al modo dadá (siempre me recuerda aunque no quiera a Ubu Rey de Jarry) pero también de premonitorio, pues parece abrirnos los ojos a los futuros paisajes que aparecerán en la barbarie nazi de los campos de concentración, de sus experimentos científicos, de la mecanización del horror total de la futura bomba atómica.
Toda una experiencia de la que uno nunca sale indemne, perdiendo para siempre (si es que aún la tenía) su ingenuidad
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