Un libro tan divertido como audaz que entre juegos de espejos y bromas destroza ideas tan tradicionales como los roles de la sexualidad, los tabúes sobre la intimidad, la religión, lo escatológico, las siempre terribles relaciones intrafamiliares.
La técnica es tan inteligente como mortífera, pues todo es juego y broma y los más intransigentes no pueden atacar , como si los cuentos estuvieran frotados con jabón y fuera imposible agarrarlos para asfixiarlos; siempre se resbalan y caen al suelo, sonriendo.
En realidad sólo hay cuatro o cinco personajes (una madre, un marido, una esposa, unas hijas, el papa Francisco...) que (también en el plano literario) recurren constantemente a un travestismo constante, cambiando los roles y los nombres en una infinita y maravillosamente absurda combinatoria de los mismos personajes siempre distintos. (madres desesperadas de sus hijas que mantienen sin esperanza de que jamás abandonen el nido, maridos patosos, gordas muy felices y con la nevera atestadas de delicatesem, mujeres que a la tercera encontraron su buen marido y la dieta todo lo que necesitaba, viudas y sus fantasías sexuales, viudas y sus realidades y concienzudos estudios sociales, madres que quieren hacer presidentes de la republica a sus hijos, el elogio desmedido a un papa argentino, las luchas infructuosas contra las madres edípicas, un trío de final infeliz, maravillosas conversaciones madre hijo, la azarosa llegada del Espíritu Santo, una madre que roba cucharillas, una visita a Donald Trump...)
La lectura es una constante alegría. Una alegría de ver a un autor que se sabe reír de todo y todos, empezando por sí mismo. Una alegría picante, la de sus pullas. Una alegría militante que habla de decenas de formas de vivir la sexualidad que chocan contra la Iglesia o la sociedad.
(Si queréis ver su humor sólo hace falta ver este vídeo)
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