—Recordad que era la Navidad de 1918. Revolución. Caos. Turbas en las calles. Miles de personas marchando, marchando con banderas rojas. Cantando. Estás sentado en el banco. Les oyes cantar. ¿Qué crees que necesitas? Necesitas soldados. Pero el ejército está desbaratado, el ejército está lleno de comisarios con brazaletes rojos, el ejército no puede hacer nada. ¿Qué hacen los generales? Los generales forman pequeños ejércitos privados, cuerpos de voluntarios, gente que aún quiere pelear, gente que sólo sigue a sus propios jefes. Pero hay que pagarles. ¿De dónde sacar el dinero? —Alfred hizo una pausa
—. Lo consiguieron.
(...)
»Aquí estamos; la fotografía fue tomada de noche, el doce de marzo de mil novecientos veinte, la marcha sobre Berlín. Aquí estamos a la mañana siguiente, llegando a la Puerta de Brandemburgo. Éstas son las banderas imperiales de campaña. Aquí está el general Ludendorff dándonos la bienvenida.
—¿Esto es lo que llaman el golpe de Kapp?
—Sí, pero Kapp era un tonto, un civil, un político sin ideas, sin programa… Nosotros controlamos toda la ciudad y él no hizo nada, nos limitamos a aguardar…
—¿Por qué hay cruces blancas en vuestros cascos? ¿Por qué tenéis todos cruces pintadas en el casco? —Son Hakenkreuze.
—Creo que nosotros las llamamos esvásticas.
—Son indias, o algo por el estilo…
—Bien, ¿por qué tenéis todos cruces indias en el casco?
Kaspar cabeceó.
—La verdad es que no lo sé. Creo que significa no sé qué sobre la pureza de la raza alemana… —dijo Kaspar muy despacio.
—¿Las cruces indias?
—Coincido contigo y no sé quién empezó con esas cosas, no fue el capitán Ehrhardt, sólo que… todos lo hacían, pintaban esas cruces…
—Bueno, aquí hay un símbolo que reconozco —un grupo de hombres con casco, Kaspar entre ellos, encaramados en un carro blindado que tenía pintada una enorme calavera con dos tibias cruzadas, las mismas órbitas vacías que miraban desde cada fotografía en las paredes de Villa Keith.
—Creo que es un símbolo que le pega mejor a los soldados —dijo Kaspar.
—¿Y qué le sucedió a vuestro golpe?
—El gobierno Ebert huyó. Creo que se fue a Dresde. Y convocó la huelga general. Los obreros se fueron a casa. Todo el mundo. La ciudad entera quedó paralizada, no había trenes, ni autobuses, ni electricidad, ni agua, todas las tiendas cerradas, no había víveres… Los bancos cerraron, no podíamos pagar a los hombres. El doctor Kapp dijo al capitán Ehrhardt que abriera a la fuerza el Reichsbank, pero el capitán replicó que él no era un ladrón de bancos… Lo que hubiéramos tenido que hacer es ejecutar a unos cuantos dirigentes huelguistas como escarmiento… Pero nadie nos decía qué teníamos que hacer, simplemente nos limitábamos a montar guardia en la ciudad muerta.
(...)
La policía de seguridad prusiana dijo a Kapp que tenía que renunciar, y él renunció. Se limitó a huir. Se metió en un taxi y fue al aeropuerto. El Estado Mayor Central, en la Bendlerstrasse, vio que no podíamos ganar, de modo que envió a un coronel a decirle al general von Lüttwitz que debía renunciar. Y renunció, entregó el mando al general von Seeckt… y allí nos quedamos, dominando por completo la capital, sin jefes, sin órdenes, sin nada. ¡Nada en absoluto!
(...)
—Pero permitieron que nos retirásemos, marchando. Von Seeckt dio permiso al capitán Ehrhardt para que la Brigada se retirara desfilando con nuestra música y nuestras banderas, y eso hicimos; ¿y sabes qué sucedió? Todos aquellos bastardos, los obreros y conductores de autobuses y empleados que estaban en huelga salieron a la calle en tropel y nos silbaron, nos gritaron, nos arrojaron botellas de cerveza, de modo que tuvimos que detenernos y disparar contra ellos. ¡Dios mío, hubieras visto a aquellos cerdos cómo corrían! ¡Me hubiese gustado matarlos a todos! Cruzamos desfilando la Pariser Platz, la Puerta de Brandemburgo, con nuestra banda tocando y todos cantando.
—¿Adónde fuisteis?
—Regresamos a nuestra base. Döberitz.
—¿Y el Gobierno os castigó?
Kaspar negó con la cabeza.
—Por el contrario, todavía querían utilizarnos contra los comunistas. Cumplieron lo que Kapp nos había prometido. Después, nos ordenaron dirigirnos a Münster. Yo sabía que iban a licenciarnos y me vine a casa. Y estuve en lo cierto. En mayo de 1920, licenciaron a la Brigada, dejaron a los hombres en la calle para que cuidaran de sí mismos
(...)
Nada que hacer, excepto meterse en problemas con esos «viejos camaradas». Muchos de ellos se han congregado en Múnich. Los bávaros odian la República, odian Berlín… y ayudan a esos individuos. El hermano de Tillessen, el que mató a Erzberger, huyó a Múnich, y el jefe de policía, ¡cielo santo!, le consiguió un salvoconducto para Hungría. Es allí donde se oculta ahora. Múnich se ha convertido en la Capital Blanca, la contracapital, el lugar donde toda clase de grupos nacionalistas están tratando de organizarse: estudiantes, terratenientes, empleados de comercio, funcionarios sin empleo, y, por supuesto, la gente del Freikorps.
—¿Qué quieren? —pregunté—.
Sólo saben lo que no quieren: odian la República porque la República accedió al Tratado de Versalles, quieren destruir la República y romper el tratado; tienen un miedo mortal al comunismo, matarían alegremente a todos los comunistas de Alemania; y, por supuesto, odian a los judíos, culpan a los judíos de todo lo que ha salido mal. Por una parte, dicen que Marx era judío y que la mayoría de los dirigentes comunistas son judíos. Por otra, se quejan de que tantos banqueros y agentes de bolsa sean judíos, y de que los judíos sean dueños de tantos periódicos, teatros y de los grandes establecimientos… En otras palabras, no hay tantos judíos, pero los que hay han prosperado en las cosas que les permiten hacer y así se han vuelto poderosos, y llamativos… y la gente, sencillamente, los envidia. »¿Qué quieren en realidad los nacionalistas? ¿Qué harían si tuvieran el poder? Mira el golpe de Kapp. ¿Qué hicieron? Nada. No hicieron nada. Permanecieron inmóviles hasta que perdieron la iniciativa. El movimiento nacionalista es puramente negativo, puramente destructivo. Los nacionalistas están buscando un programa… y un jefe.
Una princesa en Berlín (Arthur R. G. Solmssen)
Imágenes tomadas de wikipedia
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