sábado, 4 de octubre de 2025

El libro del sábado. EL PROCESO. KAFKA




¿Quién me acusa realmente? ¿De que me acusan, cuáles son mis delitos?

K se enfrenta durante toda la historia a un lugar tan impreciso que da pánico. Un lugar, como la sala de juez, lleno de gente vociferante, en medio de una casa particular; un acontecimiento como los azotadores que castigan a los propios vigilantes por intentar robar al acusado (Pues una vigilancia absoluta pero invisible ve cosas que ni el propio protagonista sabe)

Esa justicia anudada de secretismos, rumores, extrañas relaciones entre abogados y funcionarios se vuelve cada vez más oscura y compacta sobre la cabeza de K, cada vez más perdido

Pues siempre hay mucha gente que observa las tribulaciones de K y uno se siente representado (como todas esas mujeres femmes fatales que recuerdan a una mantis a punto de devorar  al protagonista).

Los escenarios y acciones de  la novela tienen mucho de pesadilla de la que queremos despertar sin conseguirlo y transmiten una ansiedad imprecisa, llena incertidumbres, como la propia Europa que muy pronto empezaría a canibalizarse en la Gran Guerra.

Una duda constante, un mundo incomprensible como el que encuentran los adolescentes cuando comienzan a enfrentarse a la realidad, y hay miedo, y un andar a ciegas, como el de K en la catedral.

Quizás sea ese su mayor valor, el mostrar al hombre que está empezando la modernidad y se encuentra perdido entre rumores y noticias que tanto le incumben pero no es capaz de comprender del todo, pues el mundo empieza a ser cada vez rápido e incomprensible, demasiado líquido, y eso genera una ansiedad terrible.

O, tal vez, como cuenta la leyenda del vigilante en la puerta de la ley, todo es una pura y subjetiva interpretación, como si la verdad fuera imposible de conocer, igual que la física cuántica que se estaba desarrollando en esos momentos.
Acaso simplemente todo ya estuviera roto, o a punto de hacerlo, y ya da lo mismo.




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