Nosotros empezamos por el final, y Solsona se nos adelantó a todos con MANIAC.
Resultó tan afectado por el libro que durante días sólo nos hablaba de él, como si muchas de sus ideas fueran las suyas desde hace muchos años y les aparecieran milagrosamente contadas en sus páginas.
Los demás siempre hemos sido bastante más de letras, y el libro nos abrumó por su impresionante forma de narrar, tan cercana al realismo mágico del gran Gabo, a la vez que comprendíamos las tragedias infinitas que puede producir el saber.
Por eso, rápidamente empezamos a lanzarnos sobre su obra anterior y bajamos a este escalón.
Se estructura como el anterior, en cuatro historias y un epílogo
Vuelve a ser tres curiosos ensayos narrativos que, con una magia increíble, el autor nos invitar a pasear (a veces vertiginosamente) desde el cianuro con el que se suicidan los nazis al azul Prusia y al arsénico del verde Napoleón y a los gases de la primera Guerra mundial para regresar a los gases que mataron a los judíos de los campos de concentración
El segundo nos habla de las ecuaciones de la relatividad de Einstein, los agujeros negros y los nazis.
El tercero desde matemáticos que demuestran que a+b=c (las matemáticas del todo) o enloquecen
El último sobre física cuántica y el destrozo mental y de las buenas maneras que produjo Heissenberg y Borg, destrozando para siempre un mundo (el de la ciencia) que hasta entonces había sido el paradigma de razón y determinismo.
Realmente, los científicos de Labatut son individuos fuera de la norma y el sentido común que crean nuevos paradigmas a base de pasear por las zonas liminares que los convierten (según política, enfermedad o sociedad) en héroes, villanos, locos o iluminados.
Toda una profunda deconstrucción de la ciencia como material sagrado que lo aproxima mucho más a la poesía y el arte más radical que al puro conteo matemático.
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