Describir el resto: lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos, nubes
Ya hablábamos de Perec en otra ocasión y loábamos su habilidad para innovar y dar un enfoque nuevo a lo puramente cotidiano.
Esta cualidad se lleva al extremo en esta ¿novela?, ¿artefacto literario? ¿estudio sociológico o, mejor aún, simbólico del fenómeno urbano?
Durante varios días, Perec se sentó en la plaza de Saint Sulpice (en el barrio latino) para observa los cambios que se producen en la ciudad.
Se dedica así a la enumeración de los autobuses que cruzan, de los turistas, de la gente cotidiana, del viento y la lluvia, de los perros, la luz, el comportamiento incierto de las palomas, la temperatura, los automóviles, hojas que caen, los entierros y bodas en la cercana iglesia...
Que nadie espere un argumento más allá de esto, la búsqueda de lo fugitivo adelantándose casi dos décadas (fue escrita en los años 70) a la posmodernidad líquida de Bauman donde todo está en cambio constante, y más aún el fenómeno urbano que sentimos en su fugacidad, más en lo que pasa que en lo que permanece (no hay, ni siquiera, una descripción de la famosa iglesia ni de sus Delacroix).
La ciudad, un pequeño lugar parisino, se convierte así en un puro contenedor en donde sucede la vida, ese hilo tan delgado como imposible de atrapar que Perec analiza desde el lado opuesto (pero a la vez tan cercano) de Balzac, aunque sin su moralina decimonónica.
No estaría nada mal utilizar alguno de sus fragmentos para una clase de 3º de ESO o 2º Bachillerato de Geografía, pues su propia simplicidad, su falta de juicios morales, su exactitud a la vez tan subjetiva puede ser un buen comienzo para pensar con un poco más de profundidad el entorno, el paisaje y paisaje que nos rodea por completo (nosotros somos parte de él) y nos atrapa.
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