En 1982, un éxito inesperado revolucionó todas las listas: Do You Really Want To Hurt Me?
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En esta canción ya se encontraba todo.
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En esta canción ya se encontraba todo.
Musicalmente era un juego con el reague, el gospel y el soul (una mezcla muchas veces repetidas por el grupo), de melodía sencilla pero exquisitos arreglos (tanto vocales, con segundas voces haciendo eco al del solista, suaves percusiones y teclados que bailan sobre el bajo).
Todo creaba un tema tan bailable como emotivo (una de las grandes herencias del soul que recogió el grupo) que tanto llenaba pistas como servía para escuchar en la intimidad, agitado levemente por el ritmo mientras uno se podía doler (también con suavidad) con una lágrima furtiva bailando en los ojos.
Su letra hablaba de amor no correspondido, y el cantante sufría (siempre dulcemente) como lo hacía realmente por su compleja (y escondida) relación con el propio batería del grupo.
Si es amor lo que quieres de mi
Entonces llévatelo
Todo no es lo que tu ves
Se ha acabado hoy
¿Realmente quieres herirme?
¿Realmente quieres hacerme llorar?
Como decía el propio Boy George: Estoy de acuerdo que todas las canciones más potentes del mundo son las que hablan de amor, y ésta es una de ellas. Todas pueden entenderlas, especialmente los jóvenes que siempre están perdiendo y ganando el amor
El video clip (dirigido por Julien Temple) jugaba a contar otra historia (algo habitual en el grupo, como ya vimos en Karma Chamilion). Un juicio ¿surrealista? a Boy George que podríamos leer en clave de discriminación (¿por ser gay?)
El vídeo realiza dos flashback, siempre a través de las gafas de espejo del cantante. En el primero de ellos se encuentra en Gargoyle Club en Soho en 1936, en el segundo The Dolphin Square Health Club en 1957. Ambos lugares se nos presentan como lugares glamurosos para gente acaudalada en donde la ambigüedad de Boy George no es bien recibida, siendo expulsado de ellos por dos gorilas, pues la diferencia no es admitida, como demuestra el juicio tras el que es encarcelado. (Una sutil admonición frente a una sociedad, la de los 80, que todavía sigue comportándose con los patrones de los 30 o los 50 por mucha modernidad de la que se precie)
Y a todo ello se añadía la imagen ambigua del cantante, perfectamente maquillado y con sus característicos sombreros y largas trenzas que nos volvían a hablar de la diferencia (tanto gay como caribeña) y del mestizaje (en ritmos, en estética) y creó una verdadera conmoción, dándole el sello particular al grupo
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