Una novela que comienza extraña para convertirse en verdaderamente adictiva (aunque gran parte del final no está a la altura del resto)
Como un nuevo Robinson Crussoe, Manuel, tras agredir a un antidisturbios, se retira a un pueblo abandonado de la España interior . Con sus propios medios y la ayuda a distancia de su tío, consigue sobrevivir y, meses después, termina por encontrar deliciosa y maravillosa su vida de anacoreta laico en plena soledad.
Pero el mundo no puede ser tan perfecto, y ese tiempo propio y absoluto que ha conquistado el protagonista se verá amenazado por unos nuevos vecinos urbanos que pasan los fines de semana, obligándole al presidio voluntario.
Esta pequeña historia le sirve al autor para no dejar títere con cabeza frente a todos los asquerosos que pululan por el mundo (los políticos, las fuerzas de seguridad, los urbanitas, las clases medias, ...), de sus múltiples postureos y teatralidades que nos acosan de continuo.
Y como vehículo para todo ello una prosa compleja, poderosa, técnica o poética, llena de invenciones y neologismo hechos para la propia ocasión que, una vez asumida, resulta un lugar lleno de descubrimientos y sonrisas.
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