Un dragón de siete cabezas, feo pero bueno, y gran cantante con sus múltiples voces; una beata que baja al infierno para informar de los vecinos que ahí se encuentran, mientras plagia la divina comedia; el mismísimo maestro Mateo que viaja en el tiempo para ver la catedral actual y copiarla en la edad media; un escritor que convierte a su amor imposible en un personaje literario para así poderse amar sin obstáculos; un bonzo que hace viajes astrales; anarquistas que juegan al mus con el arzobispo que vuela por el aire oscuro de la catedral; vikingos que regresan mil años después, disfrazados de indios, para vengar un afrenta, la belleza imposible de una mujer enterrada en donde debería haber un apóstol,; templarios, ciegos con tesoro, cofrades de santos inexistentes...
Todo esto ocurre en Villasanta de la Estrella, el pueblo a medio imaginar en esta historia en donde se nos cuenta la intrahistoria de cómo escribir una novela y enfrentarse a los personajes que uno crea en su interior y, como cualquier otra obsesión, devorar a su propio padre.Qué maravilla es siempre leer a don Gonzalo. Qué moderno fue siempre
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