Mi padre me enseñó también otra cosa para la que sirven los esclavos: ¡para alardear! Por mucho que los esclavos sean éticamente inútiles y simples objetos y posesiones, otorgan categoría a sus propietarios. Del mismo modo que un buen caballo es un reflejo de su jinete, un esclavo que posea buenos modales y sea respetuoso subraya los méritos de su propietario. ¡Y si en la casa hay cuatrocientos esclavos, la gloria que pueden llegar a exhibir es grandiosa! ¿Quién, sino aquellos que ocupan los peldaños más altos de la sociedad, puede permitirse mantener un séquito tan impresionante y prestigioso?
Cómo manejar a tus esclavos (Jerry Toner)
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