Esta historia trata de un muchacho llamado Jack que trabajaba como guardia de seguridad en un cementerio, Jack tendría unos 26 años, moreno, de ojos claros. Ese día fue al cementerio a las 22:00 de la noche. Allí trabaja un sepulturero llamado Leopoldo que era bastante callado y misterioso, de tez pálida, pelo oscuro y sus ojos eran de un color negro apagado, bastante delgado, pero con musculatura ya que trabajaba de sol a sol cavando fosos para los muertos y cuando Jack se acercaba a este hombre sus pelos se erizaban.
Por la noche ya entradas las 12 a Jack le parecía que las sombras cobrasen vida. Nunca se sentía solo, siempre pensaba que le vigilaban y en parte era cierto, Leopoldo le observaba entre las sombras, aunque Jack ya se había dado cuenta pero… no era el único que le vigilaba, había algo mas, algo que hacía que su corazón se alterase, pero por mas que miraba a su alrededor no encontraba nada, sólo tumbas y cómo no, el sepulturero.
Este era su tercer día de trabajo, pero lo que él no sabía es que todo iría a peor, ese mismo día los ruidos fueron en aumento, las sombras parecían perseguirlo por todas partes, le acechaban, querían apagar la luz que las almas vivas desprenden. Sólo el sepulturero sabía que esas sombras lo matarían y apagarían esa luz que para nosotros es tan preciada LA VIDA.
Jack estaba aterrado, ese cementerio era tenebroso pero resultaba sublime, la oscuridad parecía estar concentrada allí. Leopoldo se le acercó como de la nada y le dijo con voz tenue que las sombras lo matarían si no se iba de ahí, a lo que el muchacho preguntó qué eran esas cosas que le perseguían y el sepulturero le contestó que eran las sombras, que irían a por él. Jack le dijo que como es que a él no le hacían nada, a lo que este respondió, mientras cogía la pala, que él era el que les traía las personas para que las sombras pudieran alimentarse de esa luz.
Jack se sobresalto y dio un paso hacia atrás para que el sepulturero no pudiese darle con la pala. Jack corrió hacia la puerta del cementerio, pero Leopoldo se le adelantó y la cerró con otro candado para que él no pudiera abrirla con su llave. Las gárgolas parecían observarle, intentó salir pero el sepulturero ya estaba ahí y cuando Jack se dio la vuelta Leopoldo le dio con la pala en la cabeza y lo dejo inconsciente ya que si lo mataba las sombras no podrían devorar su luz. Lo que Jack no sabía es que era el décimo guardia que iba a ese cementerio y todos habían aparecido muertos al día siguiente.
El sepulturero llevó a Jack a un mausoleo que estaba en el centro del cementerio. Ese mausoleo tenía una puerta que llevaba a unas catacumbas. Jack despertó e intentó salir de ahí sin resultado alguno, gritó pero nadie parecía oírlo.
Para su desgracia estaba anocheciendo, las sombras pronto despertarían y se lo llevarían. Al fin consiguió salir de las catacumbas pero la cripta estaba cerrada con un potente candado. Jack estaba desesperado viendo que su vida muy pronto se apagaría cuando llegó la hora, Leopoldo abrió la cripta para que Jack ¿tuviera una oportunidad de escapar? Nol, en realidad, no tuvo esa intención. Era para que las sombras se divirtieran y jugasen al gato y al ratón, eso es lo que eran las vidas humanas para estas sombras, un juego.
Jack corrió y corrió hasta la puerta, pero como imaginaba estaba cerrada y las sombras le pisaban los talones, intentó escalarla pero era demasiado grande y resbaladiza. Cuando logró alcanzar la parte de arriba de la puerta una piedra le cayó del cielo dándole en la cabeza. Era Leopoldo. Como era de esperar no dejaría que saliese de ahí .
Las sombras comenzaron a rodearle. Jack sentía un fuerte dolor en el pecho. Era como si le estuviesen clavando miles y miles de alfileres, pero no era así, era su luz, se apagaba dejándolo en la oscuridad total…
Su alma pasó a formar parte de ellas, desde ese día vagará eternamente entre las sombras, apagando otras vidas, ya que las sombras siempre envidiarán a esa luz que nunca más podrán llegar a ser.
Raquel Gil (2º PCPI, IES Los Olivos, Mejorada del Campo)
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