Una mujer ha vuelto a perder el habla tras la muerte de su madre y la perdida de la custodia de su hijo. La primera vez recuperó el habla en clase de francés y ahora busca en la clase de griego una salida a su nuevo bloqueo.
Sin embargo, lo que encuentra es un profesor que está perdiendo la vista cada vez más rápidamente y recuerda su primer amor, una muchacha sordomuda.
Todos estos males físicos no parecen otra cosas que una expresión de su tristeza. Unos mundos desolados que les habitan, llenos de soledades, de conflictos sin solución. La idea de fragilidad de los cuerpos, de limitaciones y plazos es constante pese a intentar compartirla con el idealismo de Platón.
La muerte, la perdida, el dolor terminan por unir a ambos personajes para que compartan estas soledades.
Entre Alemania y Corea Han se mueve un mundo que tiene poco que ver con el de la globalización. Es un mundo de afectos e imposibilidades, una muestra palpable de cuánto necesitamos a los demás en medio de una poética melancólica pero serena que llena el libro de una poesías leve, como un aroma a flores perdidas.
Ciprián
Ciprián