lunes, 3 de febrero de 2025

Piscifactorias romanas












Con grandes gastos se criaban todo tipo de peces a lo largo de la costa que formaba parte de la finca: lubinas de blancas carnes; mújoles, que requerían altos muros alrededor de su recinto para que no saltaran en busca de la libertad; lenguados, doradas, lampreas, congrios y merluzas. No obstante, el más caro de los tesoros acuáticos de Ampliato —se estremecía al recordar lo que había pagado por ellos, y eso teniendo en cuenta que no le gustaba especialmente el pescado— habían sido los salmonetes, aquellos bigotudos y delicados peces que resultaban notablemente difíciles de criar y cuyos colores oscilaban del rosa pálido al naranja brillante. 

(...)



 







Las anguilas disponían de su propio recinto, construido lejos de las otras balsas para mantenerlas alejadas y al que se llegaba por un estrecho pasadizo que se adentraba en la bahía. Esa especie de anguilas eran morenas, conocidas por su agresividad; sus cuerpos tenían la longitud de un hombre y la anchura de un torso humano; sus cabezas eran aplastadas, y sus dientes, afilados como cuchillas. La pesquería de la villa tenía ciento cincuenta años de antigüedad y nadie sabía cuántas morenas merodeaban por el laberinto de túneles y por las zonas de sombra construidas en el fondo del estanque; muchas, cientos probablemente. Las más viejas eran como monstruos y varias llevaban joyas: de una, a la que le habían colocado un anillo de oro en su aleta pectoral, se decía que había sido la favorita del emperador Nerón.

El oleaje debía pasar a través de unos enrejados situados bajo la superficie, en los lados de los estanques, para evitar que el agua de los recintos se estancara. Eso lo sabía, pero las tuberías... Ladeó la cabeza intentando comprender. Los conductos debían de llevar agua dulce de tierra adentro para mezclarla con la del mar y hacerla salobre. Igual que en una laguna, en una laguna artificial. El entorno perfecto para criar peces. Y el pez más delicado de criar, el más sensible, el manjar reservado sólo para los más ricos, era el salmonete rojo. 


Fotografías de los baños de la Reina. Calpe


Pompeya (Robert Harris)


 TODAS NUESTRAS COSAS DE LOS ROMANOS

sábado, 1 de febrero de 2025

EL LIBRO DEL SÁBADO. Paul Auster. Fantasmas



Segunda entrega de la trilogía de Nueva York, a mi gusto la mejor de todas ellas.

De nuevo se trata de una novela negra muy peculiar, posmoderna, casi metafísica, en donde cliente, investigador e investigado se entremezclan entre sí, creando un verdadero anillo de Moebius en donde la realidad se repliega sobre sí mismo, convirtiéndonos en espectadores de esta novela de enredo sobre los límites del mundo.

Curiosamente, todos sus personajes responden a colores, y en este arco iris se mezclan algunas de las obsesiones del autor (los lugares como zonas en donde se deposita, en capas, la historia; algunos escritores, como Walt Whitman, los disfraces, la pasión por los cuadernos como forma, impura y parcial, de intentar recoger una realidad imposible de captar...)

Y es que nada es igual después de leer estas novelas de Auster que tanto nos han fascinado.

Solsona


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