De nuevo volvemos
a un libro de este autor italiano, acaso uno de los más amargos y
sentimentales, opuesto a su distanciamiento irónico tan típicamente posmoderno
de gran parte de su obra.
Americo,
interventor del partido Comunista, tiene que acudir al Cottolengo de Turín,
institución religiosa ocupada de desahuciados y enfermos mentales de todas las
condiciones, para controlar la jornada electoral.
Sólo es un
día, pero el autor lo aprovechará para plantearnos tantas preguntas que la
lectura tiene que ser interrumpida a cada instante tras los “puñetazos”
recibidos.
Pues sobre
tan breve cañamazo, Calvino nos obligará a pensar sobre política (como el
desencanto de la izquierda, ¡parece escrita ahora mismo!) y sobre moral (¿hasta
qué puntos son hombres aquellos deshechos de Cottolengo? ¿hasta qué punto somos
hombres nosotros mismos?).
Las miles
pequeñas trampas de la democracia se entremezclan con la realidad humana más
dura que obliga al protagonista (a nosotros mismos) a pensar y cambiar al cabo
de unos minutos el primer pensamiento en un movimiento fluido en donde la novela
no es sino el primer paso del camino.
El poder de
la iglesia, caridad o solidaridad, política y personas, relaciones personales,
asco o pena… Decenas de ideas y sentimiento, como una lluvia fina, nos empaparán
según vayamos leyendo esta novela corta en página pero verdaderamente
imprescindible
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