Hoy hemos estado en un sitio fantástico, Atapuerca… Bueno, por lo
menos les ha parecido fantástico al Rinoceronte y al Elefantito.
Al Pulpo le ha gustado poco pues no había agua, ni
sardinas ni unos euritos. A nosotros, los koalas, tampoco es que nos haya maravillado.
Qué queréis que os digamos. Muchas piedras y huesos y pocas flores.
Lo más divertido ha sido que nos han puesto un casco muy
gracioso, aunque la Jirafita decía que no tenía glamour alguno.
- Obligatorio – le dijo el camello.
-Pues vaya, por lo menos le podían haber pintado algunas
flores.
-No, así está bien – le había contestado el Rinoceronte,
más que nada porque el casco el amarillo, que ya sabéis de su color favorito.
A nosotros, los koalas, el casco nos apretaba un poco la
cabeza y nos dejaba las ideas un poco aplastadas. Sobre todo las vocales, que son
las letras más blanditas del abecedario y enseguida se quedan apachurradas.
Y claro, sin vocales, pues no nos entendíamos. Fijaros
qué tontería.
- Qr bvlls – decía yo, por ejemplo.
- Q dc – me respondía el otro koala.
Vamos, que parecíamos como el Pulpo pero lo bestia.
- Qué raro habláis, koalas – nos decía la Jirafita.
- Sqlcnprt ldos
- ¿Quéeéé?
- Ql…
¡Puf! hizo el casco al salir.
Uf, menos mal, qué bien sin casco.
-El casco los apretaba las ideas y se nos apachurraban
los fonemas.
-Anda, qué curioso.
A ver….
Y ahora empezaron el
Camello y el Rinoceronte apretarnos enteros.
- ¡Ay, ay!,¡socorro!
Y a todo esto volvió a la carga la Jirafita.
-¿Para qué tenemos que llevar el casco?
- Porque vamos a entrar en una excavación – le dijo el Elefantito.
- Una excavaqué.
- ¿No te acuerdas, Koala? Lo del pincelito que nos contó
el Búho.
Y es que resulta que para encontrar los huesos de los
hombres muy antiguos hay que ir quitando la tierra de encima, pues cuanto más
abajo, más antiguas son las cosas. Pero no creáis, no se puede usar el pico,
hay que hacerlo con un pincelito.
¡Un pincelito! ¡Fijaros que rollo! ¡No se acaba nunca!
Pero no se puede hacer de otra forma, pues los huesos y las cosas que se
encuentran en un yacimiento son tan pequeñitos que si no se romperían.
Nos lo dijo el guía, que era muy simpático, y nosotros
creemos que nos veía.
No podéis imaginar la cantidad de historias que nos
contó, e incluso nos enseñó las cabezas de los prehistóricos. Miradlas, ¿a que
dan un poco de susto?
De las dos que ven en la foto una era más antigua que la
otra. La más moderna era del sr. más listo, ¿sabéis por qué? Vicentito lo contó aquí.
Pero no creáis, que incluso se podía saber lo que comían,
¿os imagináis cómo? Venga, os dejamos un ratito pequeñito para pensar. ¿Qué, lo
sabéis ya? ¿Todavía no? ¿A vosotros también os aprieta el casco? … Pues por los
dientes, claro.
- Si está muy desgastados, es que comían cereales – dice
el Elefantito que no puede estar callado ni un rato – Y cuando inventaron el fuego comieron más carne porque asándola estaba más blandita y no hacía falta
dientes tan gordos
¿Veis qué cosas? Pues así todo. Mirando los huesos no os
imagináis la cantidad de cosas que se pueden saber de esos hombres tan
antiguos.
El guía nos contó que se podía saber incluso (mirando los
huesos de las caderas y las rodillas), si era bípedo
- ¿Biqué?
- Bípedo, que anda a dos patitas, eso es importantísimo.
(¿Veis que era verdad? Este guía era tan simpático que
nos veía y hasta nos explicaba las cosas muy pedagógicamente, como hace el Búho.
Nos contó incluso una cosa dificilísima, que es la pinza de precisión, que es
que para los hombres es muy importante el dedo gordo, pues si no lo tuviera no
podría agarrar bien las cosas. Entrad en este enlace y lo veréis más claro).
Y no son sólo los huesos, en las excavaciones salen
muchísimas cosas, pero tan pequeñitas que hay que mirarlas con una lupa muy
gorda
Se pueden ver trocitos de semillas y así saber las
plantas que había entonces, trocitos de piedrecitas que eran los instrumentos
que utilizaban esos hombres, cosas quemadas que significaban que ya tenían
fuego …
Aparecen también huesos de otros animales que se comían
esos hombres (¿o eran los animales los que se comían a los hombres?, eso no nos
quedó muy claro, pues cuando lo estaba contando el guía nos tuvimos que echar
una siestecita, que llevábamos muchísimo tiempo despiertos, y claro, eso es muy
cansado).
De lo único que nos enteramos bien es que había
muchísimos animales en aquellas cuevas, y no creo que fueran de compañía, pues
¿quién iba a tener de mascota a un tigre de dientes de sable?
¡Anda! Hay que ver lo listos que somos cuando nos ponemos
a pensar. ¡Da incluso miedo!
Y bueno, que os estábamos contando … ¿qué os estábamos
contando?
- Lo de los huesos de los animales – nos dice la
Jirafita.
- Eso, eso, lo de los huesos, venga, cuéntales qué huesos
nos enseñó el guía – nos dice el Rinoceronte.
- ¿Cuáles?
- Lo de los huesos, ¿no os acordáis? – nos dice todo
nervioso.
- ¿Te refieres a …?
- ¡Pues claro!
- ¿A los huesos de …?
- ¡Lo vais a decir que una vez! - dice el Rinoceronte
cada vez más nervioso, ¿sabéis porque?
- Yo sí – dice el Elefantito que ya sabéis que lo sabe
todo, pero esta vez no nos vamos a dejar pisar y lo vamos a contar nosotros
ahora que no tenemos casco y no tenemos apretadas las ideas.
- ¡Qué pesados!- dice
el Rinoceronte que ya no puede más, y no hace más que dar carreras por el
salón. Ya ha tirado una silla, se ha tropezado con el cable, se ha caído encima
un cojín, ha rebotado y ha estado a punto de caerse la pecera de la tortuga con
el peligro que tiene eso, pues la tortuga se come todo lo que cae dentro, que
un día quisimos tocarla y casi nos come un dedito.
- Es que sois unos pesados, con lo fácil que sería
contarlo todo – dice la Jirafita – y decir que el rinoceronte se quedó emocionadísimo cuando el
guía nos llevó a otra cueva y nos enseñó los huesos de un rinoceronte
prehistórico.
- ¡Ya nos lo habéis chafado! Nos has roto la sorpresa,
Jirafita.
Siempre nos pasa. Nos liamos a hablar y nos chafan todos los
secretos, qué vida más dura la nuestra.
.
Esta maravillosa historia la escribimos entre Atapuerca, Mejorada del Campo y Madrid en 2012.
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Aquí tenéis todos nuestros cuentos pedagógicos, y aquí nuestra magnífica novela
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