LA MÚSICA DE LOS OCHENTA. LA PERCUSIÓN COMO TODA UNA NUEVA ESTÉTICA

Si algo caracteriza la música de los años 80 fue el interés que tuvo por la percusión como forma de ritmo continuo pero también como una segunda piel armónica de las canciones

Hasta la balada más delicada tenía un ritmo marcado que actuaba como un corazón de fondo en medio de sus notas.

Era la herencia del funk, del soul y de la música disco que de pronto se reinventaba gracias a las cajas de ritmos Roland que permitían la aparición de varios ritmos simultáneos y daban una textura totalmente nueva a lo que antes solamente eran golpes.

En su creación la palabra mágica era reverberación.

Reverberación digital pero también acústica, como la que inventara el propio Phil Collins, antiguo batería de Génesis, que por medio de un ingenioso empleo de micrófonos en sus grabaciones, conseguía unir el sonido original de la batería con su eco que se cortaba antes de bajar de intensidad (gated reverb o reverberación cerrada)

De forma digital, las cajas de ritmo que habían hecho su aparición en los 70 (así como las baterías electrónicas) permitieron multiplicar los ritmos que se combinaban entre ellos para establecer distintos paisajes musicales dentro de una canción según aparecían o se desvanecían, a la vez que se introducían múltiples timbres, desde el pesado bombo, a los matices de metal, los sonidos huecos, cencerros, campanas, tambores de distinto diámetro...

Con ello se conseguía sacar a la percusión del simple acompañamiento para ser partícipe de la melodías y colmarla de distintos timbres hasta saturarla (como ya vimos en el muro de sonido) o modularla.

A todo este juego se añadían los sintetizadores u otros instrumentos también reverberados.

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