En el templo de Saturno tiene lugar un banquete público y los gritos continuos de «Io Saturnalia» inundan el ambiente. La plebe se deja llevar por el desenfreno. Anda por todos lados de fiesta y entona canciones frívolas y obscenas incluso en las calles y los mercados, algo que en un día normal sería una práctica que indicaría desgracia y ridículo en el rico y locura en el pobre. La gente se atiborra de comida de manera disoluta y baila de modo licencioso. Las comilonas reflejan el hecho de que es un momento de abundancia para todos, no solo para los integrantes de la élite, cuyas mandíbulas están siempre de Saturnales. Y es algo más que una simple festividad. Son unos días en los que el mundo se vuelve del revés. Todo lo que en condiciones normales se considera buena conducta pasa a ser justo lo contrario, hasta el punto de que blasfemar, perjurar, ir sucio y estar borracho se considera adecuado. En teatros y anfiteatros se celebran espectáculos, hay desfiles en las calles y actuaciones cómicas en el mercado. El foro se llena de un amplio surtido de actores itinerantes, malabaristas y encantadores de serpientes. La gente cuenta chistes sobre los altos cargos de la ciudad. La multitud lo ridiculiza todo, incluso los dioses, y se burla hasta del emperador cuando perjura y se ríe de sus estatuas. La gente luce sus ropajes de fiesta y sustituye la toga por túnicas de vivos colores. Y se toca la cabeza con el sombrero de felpa que suelen llevar los libertos, para simbolizar lo licencioso de la ocasión y la abolición de las jerarquías. Lo hace incluso el emperador. Todo el mundo se intercambia regalos, una costumbre que en condiciones normales solo se practica entre iguales. El juego está autorizado. Ni siquiera un tímido esclavo criado en casa teme mirar a la cara al edil y jugar con él a los dados. Durante las fiestas, los esclavos no pueden ser castigados y pueden incluso despotricar contra sus amos. De hecho, tu tarea como propietario consiste en servirles la mesa durante el banquete de las Saturnales. El vino corre a raudales por la casa. Los hombres se disfrazan de mujeres. Los esclavos eligen un rey falso que gobernará la velada, al que ponen corona y manto y que se dedica a dar órdenes ridículas toda la noche, cosas como «móntate a lomos del cocinero como si fuese un caballo» o «que todo el mundo beba tres dedos de vino». Cada uno decide cómo quiere participar en las celebraciones. Tengo un amigo que es un aguafiestas redomado y cuando todo está en su apogeo, se recluye en una habitación para escapar del ruido que reina en la casa. Dice que le encanta permanecer allí tranquilamente sentado durante las Saturnales, mientras el resto de la casa retumba con el feliz alboroto del comedor y en la calle solo se oyen los gritos de los juerguistas. Dice que es lo mejor, puesto que así no interfiere en la diversión de los demás y nadie se siente refrenado en ningún sentido. Y, por encima de todo, le sirve para que durante las fiestas nadie lo distraiga de sus estudios.
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Es una locura. Es un mundo donde todas las piedras angulares de la estructura normal de la sociedad se invierten por completo: hombre y mujer, amo y esclavo, todo es lo contrario de lo que tendría que ser. Permite a los esclavos crearse una imagen de la vida como sin duda les gustaría que fuese. Es además un mundo donde la belleza de la forma clásica se ve sustituida por lo grotesco. Todo desciende a niveles básicos y el comedor reverbera con sonoras flatulencias y palabras malsonantes. Realizan gestos groseros y no muestran respeto hacia nadie. Se lanzan cosas, por lo que tienes que procurar utilizar loza barata. En algunos lugares, torturan incluso animales para divertirse. No te sorprendas si oyes decir que hay sexo por todas partes. No cabe duda de que el significado original de la celebración es el de la fertilidad y la abundancia, pero hoy en día se ha convertido en una oportunidad para que los jóvenes se dejen llevar por los excesos y la lujuria. En las calles encontrarás procesiones tumultuosas y verás el mercado lleno de hombres que lanzan miradas libidinosas a las mujeres y les hacen sugerencias indecorosas. Y cuando cae la noche, allí no duerme nadie. La plebe continúa cantando, bailando desenfrenadamente y burlándose de todo. Y lo hace incluso en el distrito comercial, donde se mete sin previo aviso en casa ajena, aporrea las puertas, grita, maldice y ridiculiza a todo el mundo. Dormir es imposible. Y hay quien se enfada con los jaraneros y con las cosas que dicen. Aunque la mayoría cree que hay que reírse con ellos y, evidentemente, nadie llega a ser tan envarado como para pensar que el festival debería prohibirse. Incluso los individuos más comedidos acaban riéndose a carcajadas de algunas payasadas. Todos los participantes se suman gustosos a la fiesta y se muestran encantados de poder burlarse de aquellos a quienes normalmente deberían tratar con sumo respeto. A veces incluso te encuentras con gente que desfila por las calles vestida de dios o de sátiro. Se pasean haciendo gestos exagerados y ridículos que pretenden imitar y burlarse de las maneras de personajes conocidos. Una vez vi una procesión en la que los participantes iban disfrazados de monstruos y cubiertos con pieles de animales. Y los acompañaban ejemplares con raras malformaciones, como una vaca con dos ubres, y un grupo de enanos. La verdad es que estas procesiones resultan de mal gusto e incluso traumáticas y hay amos que prohíben a los miembros de su casa participar en ellas, algo que, en mi opinión, es ir tal vez demasiado lejos.
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Creo más bien que lo que consiguen las Saturnales, al enfatizar que se trata de un periodo de transgresión y relajación, es reforzar la jerarquía social. Las Saturnales reconcilian a los ciudadanos que llevan tiempo peleándose y acaban también con las disputas familiares. Son una liberación de las tensiones que se acumulan en la vida diaria. Y como resultado de todo ello, la sociedad funciona mejor, aunque sea solo porque las festividades nos ayudan a ver lo ridículo y caótico que sería el mundo de carecer de normas. Creer lo contrario es irremediablemente optimista. Sería como decir que gracias al hecho de que los hombres se visten a veces de mujeres durante un espectáculo, las mujeres alcanzan puestos de autoridad en la vida normal. No. Las Saturnales nos enseñan a todos, y a los esclavos en particular, lo estúpido e imposible que sería alterar el orden de cosas existente, puesto que el resultado sería un caos de locos.
Cómo manejar a tus esclavos (Jerry Toner)
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