lunes, 11 de marzo de 2024

COSAS DE ROMANOS. El Cristianismo y Constantino


Los dirigentes de la Iglesia, especialmente en el mundo griego, hallaron que podían identificarse con la cultura, puntos de vista y necesidades del ciudadano medio acomodado. De ser una secta orientada contra, o al margen de, la civilización romana, el cristianismo se había transformado en una institución preparada para asimilar a toda la sociedad. Es este, probablemente, el más importante aggiornamento en la historia de la Iglesia.

 Fue este con certeza el evento aislado más decisivo en la cultura del siglo III, pues la conversión de un emperador al cristianismo, la llevada a cabo por Constantino en el 312, podía no haber ocurrido o, si hubiera sucedido, podría haber tomado un significado totalmente diferente si no hubiera estado precedida dos generaciones antes por la conversión del cristianismo mismo a la cultura y a los ideales del mundo romano.

 Orígenes de Alejandría (c. 185-c. 254) fue el imponente genio cuyas obras sintetizaron la posibilidad de tan venturosa asimilación. Su obra, continuada por una sucesión de obispos griegos, culminó en los escritos de Eusebio, obispo de Cesarea, contemporáneo y consejero del emperador Constantino desde el 315 hasta el 340. Para Orígenes y sus discípulos, el cristianismo era la religión «natural» y «original». Las «semillas» de la doctrina cristiana habían sido sembradas por Cristo en todos los hombres. Ya desde la creación había cuidado de ellas de varias maneras. Cristo, por consiguiente, había «velado» por lo mejor de la cultura griega —la filosofía y la ética en especial— del mismo modo que había revelado la Ley deliberadamente a los judíos; la fundación de la Iglesia cristiana universal por Cristo había sido sincronizada a propósito con la instauración de la paz romana universal por Augusto. 

Por consiguiente, un cristiano no podía rechazar ni la cultura griega ni el Imperio romano sin ofrecer la impresión de dar la espalda a una parte del progreso divinamente ordenado de la raza humana. Cristo era el «pedagogo de la estirpe humana», y el cristianismo, la cúspide de su educación, la «verdadera» paideia, la «auténtica» cultura. Orígenes y sus sucesores enseñaron a los paganos que convertirse al cristianismo era, en último término, dar un paso desde un estadio confuso y subdesarrollado de la moral y del crecimiento intelectual hacia el corazón de la civilización. En los sarcófagos y en los frescos de finales del siglo III Cristo aparece como el pedagogo divino, tocado con la vestimenta sencilla de un profesor de literatura impartiendo sus clases —como debió de hacerlo Orígenes— a un tranquilo círculo de discípulos bien educados. El obispo cristiano había llegado a formar parte de la «intelligentsia» de muchas ciudades griegas; también él se sentaba en una cátedra, y se le imaginaba como «impartiendo sus clases» a su didaskaleion, a su grupo de estudiantes, sobre temas éticos simples o profundos.


El mundo de la Antigüedad Tardía (Brown, Peter)


TODAS NUESTRAS COSAS DE LOS ROMANOS

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