Este inventor, afamado relojista, se nos sitúa en el Toledo en plena transición hacia su decadencia (final del periodo de Carlos V y principios del de Felipe II), con una nueva capital, Madrid, que poco a poco va minando su antiguo prestigio y terminará por arrinconarla en un lugar de la historia pasada.
Sobre este escenario (en el que asombrosamente el Greco ni siquiera es mencionado), vamos conociendo las visicitudes de sus dos grandes inventos: el artefacto y los autómatas.
Ese famoso artefacto (del que se llegaron a hacer dos), fue una inmensa obra de ingeniería que hacía ascender el agua desde el Tajo y hasta el Alcázar
Tomado de wikipedia
Junto a él, el otro gran protagonista es el también famoso Hombre de Palo, autómata que recorría las calles de Toledo bajo la apariencia de fraile.
En este punto, la historia se desliga totalmente de lo histórico para tomar aires casi de Blade Runners, que a algunos puede gustar, pero que rompe la estructura anterior.
Quizás lo más interesante, junto al retrato de Juanelo, es la figura de Juan de Herrera en un rol poco conocido, pero totalmente cierto, el de jefe de la inteligencia hispana en la que se unen intereses estratégicos, ideas místicas y otras tantas heterodoxias (la admiración por el mundo judío o el neoplatonismo, acercándose a ciertos movimientos reformistas), dibujándonos con breves trazos la complejidad de nuestro gran imperio.
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