lunes, 21 de noviembre de 2016

QUEVEDO, ESPÍA EN VENECIA


 “Toda la ciudad está en este momento bajo el horror y la confusión tras el descubrimiento de una insidiosa y temible conspiración de los franceses contra este Estado; bajo la cual no menos de treinta han sufrido terrible castigo, entre hombres estrangulados en prisión, ahogados en el silencio de la noche, o colgados a la vista pública; y todavía el fondo es invisible

Así escribía el embajador inglés en 1617 mientras describía el espectáculo de una decena de franceses colgados de los pies en las columnas de San Marcos, otros tantos ahogados en los canales y una turba vociferante... rodeando la embajada española en las islas.

 La famosa conspiración de Venecia es todavía un asunto sin explicación unánime.
Sabemos que fueron un grupo de franceses los que pretendían desestabilizar el poder veneciano justo durante las fiestas de la Ascensión (las famosas bodas del mar), aunque realmente pocas ventajas podía sacar Francia del enredo, pues era un aliado de Venecia.
¿Y entonces?
España, neutral frente a Venecia, estaba herida por el apoyo de la Serenísima a Francia, y el propio Felipe III había dado una patente de corso secreta al famoso duque de Osuna (el llamado Miedo del Mundo) para atacar naves venecianas. ¿Era esta conspiración un paso más en su ajuste de cuentas con Venecia?
Tal vez, aunque la historia aún puede ser más complicada, pues pronto empezó a circular el rumor de que la aventura era personal, siendo el duque de Osuna su único cerebro, que pretendía con ella hacerse convertir en rey de Venecia (curiosamente, gran parte de los franceses ajusticiados habían sido antiguos subalternos del duque que, sólo unos meses antes de la conjura, se habían despedido, manteniendo desde entonces oscuras relaciones con el embajador español en Venecia, el marqués de Bedmar).

Esta última teoría fue utilizada muy pronto como arma política contra España (posiblemente el rumor salió del propio palacio Ducal que organizó las turbas contra las embajada francesa), y ya en 1618, un fraile saboyano,  el abate de Saint- Rèal, la publicó.
¿Y Quevedo?
Desde su juventud, Quevedo mantuvo fuertes lazos con el duque de Osuna, convirtiéndose en su secretario que le acompañó en su etapa de virrey de Nápoles.
En estos momentos seguía junto a él, y muy probablemente sirvió de enlace entre el marqués de Bedmar (embajador en Venecia) y el marqués de Villafranca (gobernador en Milán).
Ante el ataque "popular" tuvo que huir de Venecia vestido como un mendigo y adornado con pústulas de lepra, aprovechando su perfecto conocimiento del dialecto veneciano


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