Una verdadera bomba de relojería hecha libro.
En la Sevilla de los años 80, muy muy lejos del tópico turístico, la heroína ha comenzado a entrar en sus barrios más extremos (las Tres mil viviendas y la zona de la Macarena, con el epicentro de la plaza del Pumarejo). Esta es la historia de todos sus habitantes, una Una novela tan dura y apasionante como la de los clanes mafiosos que han cambiado Sicilia por Sevilla (espectacular la guerra entre bandas gitanas y su comités de paz en las Tres Mil; una escena del mejor cine negro)
Es la Sevilla de los yonkis, la heroína, los gitanos y atracos. Una dura Sevilla que existe detrás de su tópico turístico.
Es el barrio de la Macarena que todavía aún no se había gentrificado, la zona de la Alameda con sus putas y travestis; la parte de los callejones de la Hiniesta con sus plantas bajas desde cuyas ventanas que vendían droga, la Encarnación aún sin setas y con un mercado de abastos o, ya al final del todo, el barrio Santa Cruz y los primeros grandes grupos guiris
En estos escenarios Mansilla mueve a sus personajes que podrían (¿lo fueron?) verdaderas personas de carne y hueso estereotipos de aquella fauna de hombres duros a los que terminó por derrotar primero los monos de abstinencia y más tarde el SIDA.
Gallitos que luchaban por hacerse un lugar en aquella sociedad tan sumamente violenta, llena de navajas y de todo tipo de hostilidades contra los que eran más débiles
Gitanos, payos descastados y sobre todo yonkis, muchos yonkis, que lentamente van haciendo su camino de descenso hacia los infiernos.
Carlos serena, el Canijo, el Limones, Luis Molina y su familia gitana, Encarna, Soledad.... Son personajes verdaderamente estremecedores que todavía aún saben conservar un pozo de humanidad y ternura en medio de aquel ambiente terrible. Realmente el escritor los trata sin falsas idealizaciones pero tampoco agarrando las tintas (sin regodearse en las escenas más tremendas) pues en el fondo son sólo unos náufragos de sí mismos que han entrado un camino del que ya no va a salir jamás,; bien los saben. Son prisioneros de la droga pero también de la violencia o de la conservación de los peculiares estatus sociales.
Y hay asesinatos, atracos, monos, palizas, peleas ... que nunca se exageran, simplemente se describen, sin ningún tipo de moralidad. Sólo cosas que suceden, como los cuadros de Caravaggio en donde los jaques, truhanes y asesinos del siglo XVII se retrataban en los lugares más inhóspitos de Roma
Todo con un ritmo y una forma de montar que recuerda directamente las mejores películas del género negro en donde se juega con los tiempos las velocidades y el propio espectador
Para nosotros que vimos ese mundo en el Madrid de los años 80 ha resultado estremecedora la lectura de este libro. Algunos de nuestros amigos se perdió en él y terminó muriendo o simplemente fuimos atracados por esos yonkis de cara cadavérica y gestos lentos que estaban más allá de la vida; verdaderos zombis mucho antes de que se esto se pusieron de moda. Porque quizás por un simple azar nosotros no llegamos a entrar en ese mundo que teníamos tan cerca, que nos rodeaba tan a menudo.
Nosotros jugábamos en los parques y había que tener cuidado para no pincharse con una jeringuilla. A nuestro lado hubo chavales que empezaron a inhalar pegamento y terminaron hasta arriba de caballo. Veíamos las bolitas de papel de plata tiradas por el parque después de hacerse un chute, y nosotros teníamos una litrona y, como mucho, un porro para 13, y logramos pasar estos años sin engancharnos mientras regateábamos yonkis de ojos hundidos y boca pastosa, llenos de miedo por dentro que salía hacia afuera , y sin que entonces nosotros lo supiéramos verdaderamente, nos hablaban de esa muerte que se acerca en sus pómulos de arista y las manchas en caras y manos.
La forma de narrar es, simplemente, magistral, digna de los mejores montajes de la Trilogía del Padrino
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