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Cuando a San Carlo Borromeo se le encargó la aplicación del nuevo espíritu de Trento a la música religiosa no lo dudó, y encargó a Palestrina tres misas en donde se eliminara lo profano y se potenciara la espiritualidad, sin que por ello se perdiera la majestuosidad de la polifonía y el ritmo del contrapunto.
La más famosa de ellas sería la Misa para el Papa Marcello.
Palestrina fue (junto a Monteverdi en Venecia) el más destacado compositor en esta época que hizo el paso desde el Renacimiento al Barroco, ocupando puestos relevantes dentro del Vaticano (maestro de la capilla Gulia y posteriormente de San Juan de Letrán o del propio Cardenal Hipolito II d' Este)
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