Siglo XIII, los cristianos ya controlan casi toda la
Península y sólo queda del antiguo Al Andalus el reino de Granada.
Un maestro de escuela coránica en un perdido pueblo del
Alfarache inicia una huida hacia este reino. Un camino que le hará pasar por
Sevilla (Isbiliya), Córdoba (Qurtuba), Tulaytula (Toledo), Granada nazarí,
sierra Alhamilla.
A través del camino
irá conociendo a médicos, arrieros o rabinos judíos que le enseñarán los
caminos exotéricos de sus religiones, especialmente la rama sufí y la cábala
que intenta rasgar las puras apariencias del mundo, las formalidades de las
prácticas religiosas, para encontrar a la divinidad pura.
El viaje se convierte así en uno iniciático en el que se nos
explica, en esta clave, el significado oculto de los azulejos de los Reales Alcázares de Sevilla, de la sinagoga-mezquita
de Santa María la Blanca, de la mezquita de Córdoba o la futura Alhambra, que se
nos describe como una profecía… Todo un saber resumido en el número y la
geometría que, estando siempre ahí presente es necesario desentrañar.
Este es el punto fuerte de la novela, mostrarnos estas
tradiciones ocultas que mantuvieron las tres religiones durante Al Andalus.
Habitualmente nos dedicamos a narrar sobre la sociedad, la religión oficial o
el poder y suele quedar postergado este capítulo que tuvo una importancia
capital tanto en el mundo judío (con centros en Toledo o Girona) como en el
musulmán, con grandes místicos con Al Gazel o Ibn Arabí que llegó a crear en
Murcia y Almería una de las grandes escuelas sufíes de toda la Edad Media o
cristiano (vinculado con la alquimia)
El poder del conocimiento que se debe apoyar en el amor, el
conocimiento de uno mismo…. Del que ya hablamos en este blog en la figura de
Rumi (y pronto en la de Ibn Arabí) y que tantas concomitancias tiene con el
misticismo cristiano del XVI o el zen oriental.
El libro, con un buen arranque y nudo, sin embargo, pierde
fuelle en su último tercio que remata de una forma un tanto apresurada.
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