jueves, 17 de octubre de 2013

Comentario de Texto. El despotismo ilustrado de Federico II

“Hay que estar loco para creer que los hombres han dicho a otro hombre, su semejante: te elevamos por encima de nosotros porque nos gusta ser esclavos. Por el contrario, ellos han dicho: Tenemos necesidad de vos para mantener las leyes a las que nos queremos someter, para que nos gobiern es sabiamente, para que nos defiendas. Exigiremos de vos que respetéis nuestra libertad.
Federico II de Prusia. 1871.

CLASIFICACIÓN
Texto histórico – literario con un claro carácter subjetivo, ya que nos da únicamente su opinión, evitando el relato de hechos.
Fechado en 1781, ya en vísperas de la Revolución Francesa, pertenece a un momento de transición política y económica en donde las ideas de la ilustración empiezan a ser tomada por los principales monarcas (Carlos III, Catalina la Grande…)
Su autor es Federico II, rey de Prusia y uno de  los más destacados monarcas ilustrados de la época que reformó la administración, codificó el corpus legal y puso los cimientos de la expansión territorial de Prusia. Fue protector de las ciencias y las artes, siendo mecenas de Bach o Voltaire
El destinatario no se nos detalla, aunque por el tono podemos suponer una carta. De ser así se trataría de un texto privado, probablemente a un igual
Dado el autor y la cronología se trata de una fuente primaria.

ANÁLISIS
El rey prusiano intenta rebatir el absolutismo monárquico típico del Antiguo Régimen y plantea el modelo de despotismo ilustrado.
Para rebatir la primera idea recurre casi al absurdo, jugando irónicamente con la idea de esclavitud aceptada que supone el absolutismo.
Para sustentar el despotismo ilustrado, el autor plantea la idea de un rey que gobierna sabiamente y a favor del pueblo, siendo el propio garante de las libertades de su pueblo.

COMENTARIO.
La ilustración supuso toda una verdadera revolución ideológica (comparable al humanismo que dio paso al Renacimiento en el XV) que minó los cimientos del Antiguo Régimen en todos sus aspectos (políticos, económicos, religiosos, culturales, científicos…).
Como bien es sabido se basa en el uso de la razón como formidable herramienta para conseguir la felicidad, tanto individual o colectiva. Esta razón, por lo que nos interesa del texto, se aplicará al estudio de la sociedad y la política por plumas como las de Locke, Rousseau, Voltaire  o Montesquieu.
En lo social todos estos autores critican despiadadamente la sociedad estamental, mientras que en lo político se habla tanto de la división de poderes como de la soberanía nacional.
Sin embargo el sistema que plantea Federico II, aún manteniendo ecos de lo ilustrado (como el considerar a los habitantes de su país como ciudadanos con derechos y no súbditos esclavizados; la importancia de la ley y el orden para llegar a la prosperidad, la consideración velada de que es el propio pueblo el que elige, o al menos acepta, al poder…), se dirige hacia otra dirección.
Evidentemente , y pese a toda su buena voluntad, el rey no cuestiona su propio poder ni admite su división. Simplemente endulza los términos, y sigue practicando un poder personal al que se han eliminado sus facetas más hirientes. Como suele concretarse: Todo para el pueblo pero sin el pueblo, que en el fondo es considerado como menor de edad y por tanto necesitado de un guía que les lleve hacia la felicidad.
Por tanto, podríamos hablar de una utilización de la Ilustración como una forma de eliminar tensiones y posibles revueltas, aunque también existiría la mirada contraria. Como advierten muchos ilustrados (que, en el fondo, no dejan de ser un grupo elitista), es más fácil convencer a uno (el príncipe) que a todos. Además, que el poder y las reformas sean controladas desde arriba permite unos tiempos más largos y unos cambios más suaves (una revolución de terciopelo)

CONCLUSIÓN

Como hemos visto, el despotismo ilustrado, fórmula sumamente extendida en monarcas de la segunda mitad del XVIII (Catalina de Rusia, Carlos III, ...) se trata de una solución de compromiso entre las ideas ilustradas y las del Antiguo Régimen que reportará beneficios (estabilidad, crecimiento económico, desarrollo científico y cultural) pero que, con la llegada de la Revolución Francesa,  estará condenado al fracaso, barrido por las numerosas revueltas de la primera mitad del XIX que instaurarán definitivamente el liberalismo.

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