“Hay que
estar loco para creer que los hombres han dicho a otro hombre, su semejante: te
elevamos por encima de nosotros porque nos gusta ser esclavos. Por el
contrario, ellos han dicho: Tenemos necesidad de vos para mantener las leyes a
las que nos queremos someter, para que nos gobiern es sabiamente, para que nos
defiendas. Exigiremos de vos que respetéis nuestra libertad.”
Federico
II de Prusia. 1871.
CLASIFICACIÓN
Texto histórico – literario con
un claro carácter subjetivo, ya que nos da únicamente su opinión, evitando el
relato de hechos.
Fechado en 1781, ya en vísperas
de la Revolución Francesa, pertenece a un momento de transición política y
económica en donde las ideas de la ilustración empiezan a ser tomada por los
principales monarcas (Carlos III, Catalina la Grande…)
Su autor
es Federico II, rey de Prusia y uno de
los más destacados monarcas ilustrados de la época que reformó la
administración, codificó el corpus legal y puso los cimientos de la expansión
territorial de Prusia. Fue protector de las ciencias y las artes, siendo
mecenas de Bach o Voltaire
El
destinatario no se nos detalla, aunque por el tono podemos suponer una carta.
De ser así se trataría de un texto privado, probablemente a un igual
Dado el
autor y la cronología se trata de una fuente primaria.
ANÁLISIS
El rey
prusiano intenta rebatir el absolutismo monárquico típico del Antiguo Régimen y
plantea el modelo de despotismo ilustrado.
Para
rebatir la primera idea recurre casi al absurdo, jugando irónicamente con la
idea de esclavitud aceptada que supone el absolutismo.
Para
sustentar el despotismo ilustrado, el autor plantea la idea de un rey que
gobierna sabiamente y a favor del pueblo, siendo el propio garante de las
libertades de su pueblo.
COMENTARIO.
La ilustración supuso toda una verdadera revolución ideológica (comparable al
humanismo que dio paso al Renacimiento en el XV) que minó los cimientos del Antiguo Régimen en todos sus aspectos (políticos, económicos, religiosos, culturales,
científicos…).
Como
bien es sabido se basa en el uso de la razón como formidable herramienta para
conseguir la felicidad, tanto individual o colectiva. Esta razón, por lo que
nos interesa del texto, se aplicará al estudio de la sociedad y la política por
plumas como las de Locke, Rousseau, Voltaire o Montesquieu.
En lo
social todos estos autores critican despiadadamente la sociedad estamental,
mientras que en lo político se habla tanto de la división de poderes como de la
soberanía nacional.
Sin
embargo el sistema que plantea Federico II, aún manteniendo ecos de lo
ilustrado (como el considerar a los habitantes de su país como ciudadanos con
derechos y no súbditos esclavizados; la importancia de la ley y el orden para
llegar a la prosperidad, la consideración velada de que es el propio pueblo el
que elige, o al menos acepta, al poder…), se dirige hacia otra dirección.
Evidentemente
, y pese a toda su buena voluntad, el rey no cuestiona su propio poder ni
admite su división. Simplemente endulza los términos, y sigue practicando un
poder personal al que se han eliminado sus facetas más hirientes. Como suele
concretarse: Todo para el pueblo pero sin el pueblo, que en el fondo es
considerado como menor de edad y por tanto necesitado de un guía que les lleve
hacia la felicidad.
Por
tanto, podríamos hablar de una utilización de la Ilustración como una forma de
eliminar tensiones y posibles revueltas, aunque también existiría la mirada
contraria. Como advierten muchos ilustrados (que, en el fondo, no dejan de ser
un grupo elitista), es más fácil convencer a uno (el príncipe) que a todos.
Además, que el poder y las reformas sean controladas desde arriba permite unos
tiempos más largos y unos cambios más suaves (una revolución de terciopelo)
CONCLUSIÓN
Como
hemos visto, el despotismo ilustrado, fórmula sumamente extendida en monarcas de la segunda mitad del XVIII (Catalina de Rusia, Carlos III, ...) se trata de una solución de compromiso
entre las ideas ilustradas y las del Antiguo Régimen que reportará beneficios
(estabilidad, crecimiento económico, desarrollo científico y cultural) pero
que, con la llegada de la Revolución Francesa, estará condenado al fracaso,
barrido por las numerosas revueltas de la primera mitad del XIX que instaurarán
definitivamente el liberalismo.
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